Masacre de Cantaura: Las muertes que siguen doliendo 42 años después
Hasta el sol de hoy no ha habido justicia, lamenta Judith López Guevara, quien para 1982 lideraba una organización por la defensa de los derechos humanos. Foto Franklin Domínguez.

VEA / Carlos A. Batatin
“La próxima conmemoración que se haga por las compañeras y compañeros caídos en la masacre de Cantaura tiene que ser para decir se hizo justicia. Es un compromiso que tenemos con ellos para que Venezuela y el mundo conozcan lo que ocurrió la madrugada del lunes 4 de octubre de 1982, cuando efectivos militares y de la Dirección de los Servicio de Inteligencia y Prevención (Disip) ajusticiaron a 23 personas, mientras aviones de guerra y helicópteros sobrevolaban en el sector Los Changurriales, estado Anzoátegui, lanzando bombas con la única finalidad de exterminar a los integrantes del Frente Guerrillero Américo Silva, de Bandera Roja”.
Así se expresa la economista, Judith López Guevara, quien para esa época lideraba una organización por la defensa de los derechos humanos. “Esas muertes nos siguen doliendo porque hasta el sol de hoy no ha habido justicia”.
Con voz quebrada y mostrando en su ojos una honda tristeza argumenta que han transcurrido 12 meses más. “Este 4 de octubre, se cumple otro aniversario para recordar que no se ha hecho justicia. En la Cuarta República no hubo interés en hacerla y han pasado 25 años de revolución y tampoco se ha hecho nada al respecto”.

Durante una entrevista concedida a Diario VEA reitera que se cumple un año más de impunidad, “es decir, 42 años desde que masacraron a 17 combatientes y seis (6) compañeras en el gobierno de Luis Herrera Campíns, quien en su propia voz, calificó esos asesinatos como un encuentro armado, mientras que las exhumaciones de los cadáveres demostraron todo lo contrario. Sus cuerpos mostraban signos de tortura y tiros de gracia en la cabeza”.

Precisó que sin las respectivas investigaciones, el entonces presidente, Luis Herrera Campíns, justificó esas muertes cuya acción de exterminio fue dirigida por el director general de la Disip, Remberto Antonio Uzcátegui Bruzual, el director de inteligencia y el director de operaciones, José Domingo Yépez y Henry Rafael López Sisco. Todos de la Disip.
En su relato considera que esa acción conjunta «tenía como único fin acabar y disparar a mansalva contra todo lo relacionado a revolución, transformación y contra las ideas a favor de la verdad, igualdad y justicia social. «Esos compañeros y compañeras cayeron masacrados y acribillados con tiros de gracia».
Un informe final sobre ese caso publicó la Comisión del Estado por la Justicia y la Verdad en marzo de 2017, y reseñado en el portal www. provea.org, indica que cuando el reloj marcaba aproximadamente las 5:45 am, “los efectivos militares efectuaron vuelos rasantes sobre el lugar donde se encontraba el campamento y sus alrededores, con las aeronaves Canberra y OV-10 Bronco; estas últimas, realizaron operaciones de bombardeo y ametrallamiento”.

También se precisa en el documento «seguidamente, y sin dar oportunidad de defensa alguna a las víctimas, se inició un ataque con las tropas, que para tales fines se trasladaron a ese sector, quienes de inmediato empezaron a disparar, produciéndose «un presunto enfrentamiento», llamado para la época «encuentro armado», que duró hasta las seis de la tarde de ese día. Lo cual se llevó a cabo, obedeciendo a una planificación previa, donde las autoridades tenían conocimiento, que en el campamento se encontraban aproximadamente de cuarenta a cincuenta militantes del Frente Guerrillero Américo Silva, y por esa razón fue sobrevolado y atacado, sorprendiendo a sus víctimas».
En el mes de septiembre de 2012, en conmemoración de la tercera década esa acción criminal, la Defensoría del Pueblo publicó un libro denominado la Masacre de Cantaura 30 años. En cada una de sus páginas están reseñadas las versiones de algunos sobrevivientes de aquel 4 de octubre.
Uno de ellos fue Alejandro Velásquez Guerra, y de acuerdo con lo vivido por él “Cantaura fue una operación de exterminio. A muchos de los compañeros que agarraron vivos, después los tirotearon en la nuca o en la frente. Hubo un compañero que se enterró allí mismo. Consiguió una zanja, se tiró en ella y los soldados y la DISIP le pasaban por encima, de allá para acá, y él metido allí, nada más con los ojitos afuera. Tres días. Él (Luis Pereira, que vive en Santa Inés) escuchó cuando un soldado le dijo a un teniente: «Mi teniente, aquí tenemos a una herida». Y el teniente le dice: «¡Pero bueno! ¿Y qué les he dicho yo?». Y sintió cuando le dispararon de arriba hacia abajo, y después la cruzaron de balas. La mataron. Esa muchacha era Beatriz del Carmen Jiménez. Tenía 24 años. A un colombianito también lo agarran vivo, y el otro que se enterró, Cándido, escuchó cuando imploraba que no lo mataran, y sin embargo lo asesinaron”.