Alcides Castillo

Hace 41 años, el 4 de octubre de 1982, fuerzas combinadas militares y policiales atacaron por aire y tierra el Frente Guerrillero Américo Silva, donde ajusticiaron con tiros de remate a 23 jóvenes revolucionarios; desde entonces se impuso la impunidad a pesar de tener identificados a los que dirigieron la denominada “Operación Exterminio”.

La masacre ocurrió en Cantaura, municipio Freites, sector Los Changurriales del Morocho Evans, estado Anzoátegui, donde participaron mil 500 efectivos militares (Cazadores, Ejército, Aviación, comandos de la Disip, DIM, PTJ y policías municipales y nacionales). Atacaron con armas de alto calibre, dos aviones Bronco y helicópteros de la policía política. La acción exterminadora también contó con ametralladoras Punto 50, que cercaron gran parte del campamento guerrillero.

El grupo guerrillero lo conformaban 17 hombres y seis mujeres, combatientes que discutían la forma de organización de trabajadoras y trabajadores del campo y la ciudad y las acciones de propaganda a desarrollar para concienciar al pueblo sobre la necesidad de un cambio revolucionario en las estructuras el estado burgués.

Gobernaba el país el socialcristiano Luis Herrera Campíns (Copei), su gabinete ejecutivo lo conforman hombres proclives al fascismo, expertos en propaganda. Era la época de la devaluación de nuestro signo monetario y la gran fuga de capital, desempleo, subempleo, represión a trabajadoras y trabajadores, estudiantes y un Parlamento sumiso, salvo las fracciones del PCV y algunos diputados del MAS. Gobernaba la burguesía bajo los lineamientos del imperialismo. La lucha de los revolucionarios se inscribía para la transformación del Estado burgués, y en este escenario ocurre la Masacre de Cantaura, es la lucha de clases que se manifestaba en la lucha armada.

Esta desmedida acción militar-policial fue calificada por el gobierno de Herrera Campíns como un encuentro armado, pero la exhumación de los cadáveres demostraron todo lo contrario, ya que la mayoría de las víctimas ajusticiadas mostraban en sus cuerpos signos de tortura y tiros de gracia en el cráneo.

A 41 años de la Masacre de Cantaura, continúa la impunidad.

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