Néstor Rivero Pérez

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El 14 de junio de 1859, la municipalidad de Barinas, concedió a Ezequiel Zamora, jefe de operaciones del Ejército Federal, el título de “Valiente ciudadano”.

Quepis y sombrero

El General del Pueblo Soberano se distinguía por la sencillez y modestia en su trato, por el empeño de educar a sus tropas en la vocación de un ejército popular, democrático y civilista que luchaba contra la oligarquía terrateniente y las estructuras feudales del país. En sus campañas, Zamora utilizaba doble gorra: El quepis militar, y por encima una cachucha de civil, queriendo expresar que el ejército que jefaturaba estaba al servicio de la causa de los campesinos y el pueblo.

Según Alvarado

Lisandro Alvarado rescató el acuerdo del 14 de junio de 1859, cuyo artículo 1º dispone: “El Concejo Municipal de Barinas distingue al ciudadano general Ezequiel Zamora con el nombre de ‘Valiente ciudadano’, cuyo título se le dará en todos sus actos”. La resonancia del título mereció la atención de Laureano Villanueva,
quien en 1898 dedicó al personaje su obra Vida del valiente ciudadano Ezequiel Zamora, cincelando el sacrificio del héroe: “Vida no muy larga en días, pero llena de acciones heroicas”.

Ideas de Zamora

Hijo de la prédica impulsada por el órgano del Partido Liberal, El Venezolano, Zamora descubrió como ley del cambio histórico la necesidad de un instrumento armado, para contrarrestar las fuerzas de la reacción social e implantar el programa político de los liberales, en su caso con honda carga social. Y bajo el grito: “Tierra y hombres libres”, el levantamiento campesino de 1846-1847, predicando cambios en la estructura de la gran propiedad de la tierra, el latifundio y la última fase de la esclavitud. Tierra para quien la trabaja, era el significado de “Tierra libre”, lema proclamado por este liberalismo de avanzada que se aproximaba al socialismo utópico. Y, “Hombres libres”, que proclama la no sujeción de unos hombres como propiedad de otros. Este ideario era expuesto por Antonio Leocadio Leocadio Guzmán en sus recorridas por fundar el partido liberal, y en el mensaje agitativo de Zamora movilizó en 1846 los ánimos de las clases humildes en Aragua, Carabobo, Miranda y norte de Guárico. Allí operaba por entonces la mano de obra esclava, en el marco de una economía agroexportadora sustentada en la producción de café. Si bien la revuelta de 1846-47 fue aplastada por el gobierno de Carlos Soublette y su jefe militar José Antonio Páez, dejó una simiente que eclosionará de nuevo en 1859.

Mentores
Si bien Ezequiel Zamora no legó extensa obra escrita, acaso algunas cartas, testimonios de contempráneos y su declaración judicial cuando se le enjuició en 1847, el círculo de sus cercanos colaboradores durante la Guerra Federal lo formaron las figuras más destacadas del liberalismo crítico, como Estanislao Rendón, José María García y Manuel María Echeandía. Este, en 1853 gestionó iniciativas promoviendo cooperativas con antiguos esclavos en la zona agrícola de La Victoria. En 1859, Zamora designa como auditor de guerra y secretario a Francisco Iriarte Guzmán, seguidor de un pensamiento socialista que mezclaba ideas de Proudhon con Blanqui, esto es, socialismo libertario con métodos de acción insurreccionales.

Ideas con pueblo

La convocatoria del pueblo a asambleas en cada localidad que tomó en 1859, que se escogiese sus propias autoridades, la referencia al Libertador en sus mensajes, y el perfil de sus allegados, permiten suponer la orientación ciertamente popular que Ezequiel Zamora hubiese podido dar a la Federación triunfante de haber sobrevivido a la Guerra Federal. In pectore guardó Zamora, como apunta Ramón Díaz Sánchez, el otro destino que hubiese tomado la Federación, y no la pervivencia latifundista del Tratado de Coche.

Sinóptico

1898

Alberto Adriani pensó en un proyecto de país

Este día nació en Zea (Mérida), Alberto Adriani, quien ejerció la cartera de Hacienda en 1936, durante el gobierno de Eleazar López Contreras. Adriani, quien murió de fiebre repentina a sus 36 años de edad en la habitación de un hotel de Caracas, esbozaba los lineamientos para una política de soberanía económica del país, en tiempos en que los hidrocarburos daban un vuelco estructural a la economía nacional, a la vez que catapultaba el ciclo migratorio del campo a la ciudad. Adriani defendía la preeminencia de la agricultura y producción nacional, sobre el comercio importador y una política monetaria de moderada devaluación que, en colisión con la banca, para incidir en exportación de los productos venezolanos en el mercado internacional. Respecto al petróleo escribió: «Es oportuno que estudiemos la mejor manera de aprovechar… la prosperidad que podría ser pasajera, traída por el auge de nuestras industrias extractivas, a costa de la decadencia de nuestra agricultura, con el designio de edificar las bases de nuestra prosperidad permanente».

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