Néstor Rivero Pérez

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El 11 de marzo de 1892 el general Joaquín Crespo, expresidente de la República y uno de los caudillos de mayor prestigio en la Venezuela de su tiempo, insurge desde el hato El Totumo, de su propiedad, ubicado en el Guárico, ante el desconocimiento de la Constitución por el presidente Raimundo Andueza Palacios, quien hace reformar el supremo texto para prolongar su mandato por dos años.

Heredero de Guzmán Blanco

Al concluir en 1884 su segundo período (“Quinquenio”), el general Antonio Guzmán Blanco hace elegir como sucesor a Joaquín Crespo. El Ilustre Americano había hecho reformar la Constitución, para establecer períodos bienales, con el objeto de que ningún otro de quienes gobernasen a partir de entonces, pudiere cimentar liderazgo propio capaz de disputarle la hegemonía sobre el país. Y a Crespo habría de parecerle insuficiente un solo mandato de dos años hasta 1886,  para cumplir una obra de gobierno.

Ambiciones

De este modo Crespo se mantuvo detrás de iniciativas para retornar al poder. Constantemente recibía en su casa a políticos, periodistas y militares que le estimaban como la figura que el país requería para ser gobernado. Y la oportunidad se le presenta en 1892, cuando en torno a su persona se nuclean los descontentos del último Presidente del régimen bienal, Raimundo Andueza Palacios. Crespo, a quien llamaban Héroe del Deber Cumplido, por haber respetado el lapso constitucional aun a disgusto, insistía continuamente ante Guzmán en procura de apoyo para un nuevo período, sin lograr la respuesta deseada.

Prestigio

Hombre de probado valor personal, y de orígenes familiares humildes, Crespo se labró un patrimonio al paso de los ascensos militares y cargos administrativos. Tras casarse con doña Jacinta Parejo, adquirió varios inmuebles en la capital, haciéndose edificar como residencia para su hogar, la quinta Santa Inés, de Caño Amarillo. Dicho inmueble funge en la actualidad como sede del Instituto de Patrimonio Cultural. También adquirirá la hacienda La Trilla, de varias hectáreas, y antigua propiedad del conde de San Javier, donde hará construir el Palacio de Miraflores, con miras a su nueva residencia familiar, cometido este que no disfrutó, por morir mientras concluían los trabajos.

Revolución y caudillos

La historiografía venezolana dio el nombre de “revolución” a numerosos levantamientos de tropas o movilización de la peonada por dueños de haciendas y hatos, descontentos con el gobierno de turno. La Revolución Legalista no escapó a este patrón: No perseguía transformar el orden de la gran propiedad latifundista ni se proponía modificar el rol Venezuela como economía agraria y principal proveedora de café al mercado internacional, con mano de obra feudalizada. Así, el 11 de marzo de 1892 insurge Crespo esgrimiendo la ruptura constitucional de Andueza Palacios. Se le adhieren en los Andes Juan Bautista Araujo (el León de la Cordillera) y Espíritu de los Santos Morales; en Guayana J. M. Hernández (El Mocho), Riera en Falcón y otros caudillos regionales. Tras la acción de Jobo Mocho, en el actual estado Monagas, y los recios combates de La Cortada del Guayabo y Boquerón, entre otros, Crespo entra a Caracas el 6 de octubre del mismo año, imponiendo su personalismo. No obstante, en su período se organizarán los primeros gremios laborales y el primer Congreso Nacional de Educación de Venezuela.

Sinóptico

1955

Alexander Fleming y la penicilina

Este día falleció en Londres (Inglaterra) el médico y microbiólogo escocés Alexander Fleming, cuyo descubrimiento de la penicilina, antibiótico por excelencia, lo convirtió en uno de los grandes benefactores de la humanidad.

Dotado de un gran talento para intuir y observar el curso de fenómenos en el campo de la Microbiología, Fleming dominaba en su laboratorio instrumentos, frascos y papeles de notas con insuperable precisión. Y ello le sería por demás útil, cuando en 1928, poco antes deshacerse de algunos depósitos de sus cultivos, “notó que la colonia de un hongo que venía estudiando crecía espontáneamente, como un contaminante, en una de las cápsulas de Petri, sembradas con Staphylococcus aureus”, constatando que “las colonias bacterianas alrededor del hongo eran transparentes”, identificándolas como penicillium notatun.

Tras un paciente estudio en torno al tipo de mutaciones de alguna colonias de estafilococos, se dio cuenta que un cultivo “había sido accidentalmente contaminado por un microorganismo procedente del aire exterior, un hongo”.

Su agudeza, le llevó a observar cómo se comportaba el cultivo, dándose cuenta que “alrededor de la zona inicial de contaminación”, los estafilococos se transparentaban. Su intuición, así como experiencias previas y una excepcional capacidad de análisis, le hicieron ver con tino, que todo se debía a “una sustancia antibacteriana segregada por el hongo”. En 1945 le fue concedido el Premio Nobel de Medicina.

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