Néstor Rivero Pérez

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El 18 de enero de 1920 nació en Buenos Aires, Oscar Varsavsky, matemático, docente y analista social de la ciencia. Radicado en Caracas en los años ’60 del siglo XX, ejerció la docencia en la UCV, exponiendo su tesis respecto a la relación que debía tener el científico latinoamericano, con el país y la sociedad de que formaba parte, objetando al profesional que abandona sus deberes para con su país de origen.

Fósiles
Atento a la distorsión de la función científica en estos países, Varsavsky -exiiado en Venezuela en 1968-, como docente de la UCV se refirió, en foro sobre la Renovación Universitaria, a los colegas que
rechazan el cambio y reproducen una Universidad que “se limita a otorgar títulos académicos como recompensa”. A este grupo anticuado, lo denominó “profesores fósiles”.

Cientificismo
El segundo gran impedimento de acuerdo a Varsavsky, para que la universidad cumpla su misión como creadora de instrumentos de cambio, es la tendencia “cientificista” de numerosos profesionales, abocados a la búsqueda de prestigio por vía de los “papers” o publicación en revistas extranjeras, obviando “sus deberes sociales hacia su país y hacia los que saben menos que él”.

¿Ciencia para quién?

Punto central en el pensamiento varsavskiano, es la necesidad de que la labor del científico debe cumplirse en atención al interés histórico de la nación de la cual forma parte. Varsavsky cuestiona que los gruesos de los científicos latinoamericanos desarrollan su actividad en función de prioridades que trazan los países desarrollados, sus laboratorios y grandes empresas, considerando vital que se determine con claridad el propósito y beneficiario de la creación del conocimiento científico.

Ciencia y sistema

Oscar Varsavsky expone su visión en torno a la inserción de la ciencia dentro de un sistema social, cuestionando las estrategias que configuran una “producción industrial masificada, de rápida obsolescencia”, la cual define como propósito central la venta de lo producido, la creación de “consumidores, ampliar mercados y crear nuevas necesidades”. Pareciera que en estas líneas Varsavsky calca párrafos tomados de El Capital, de Carlos Marx.

 

“Los científicos rebeldes”

Para Varsavsky, la tarea de hacer ciencia en el marco colonial suramericano, era un reto inmenso. “(…) ningún país tiene cuadros científicos en cantidad y calidad adecuadas para ocuparse de todos los aspectos del cambio (…) además que serán pocos los científicos que decidan dedicarse a la ciencia del cambio (…) La tarea decisiva, crucial, es el planteo de los temas, la asignación de sus prioridades y la organización del trabajo. Todo depende de la calidad del liderazgo que allí se ejerce (…) Los científicos rebeldes tendrán que organizarse en equipos de manera espontánea al comienzo, elegir sus problemas y luego… reorganizarse a la luz de sus éxitos y fracasos, y, sobre todo de la situación local y sus perspectivas” [Oscar Varsavsky, Ciencia, política y cientificismo, Cs, 2007, p. 56].

 

Sinópticos

1867

Rubén Darío, padre del modernismo

Este día nació en Metapa, actual Ciudad Darío (Nicaragua), Félix Rubén García Sarmiento, quien se dio a conocer con el nombre literario de Rubén Darío y cuya obra poética le colocaría en el pináculo de las letras en idioma castellano.

Escribió Azul, Prosas profanas y, Cantos de vida y esperanza, entre otros libros. Será el primer vate hispanoamericano en alcanzar en vida notoriedad continental, y dará, en España, lustre a las letras de Nuestra América. La revolución de la musicalidad que Darío estudió y absorbió de autores franceses (“y la linda Eulalia ríe, ríe, ríe”) con un dejo de banalidad en el discurso, cautivó al público de habla castellana.

Recepciones triunfales le tributará México; y en Argentina, Uruguay y España, grupos de noveles bardos lo rodearán. Después de Andrés Bello, Darío será el primer gran poeta de Nuestra América, consagrado.

El vate nicaragüense abrió las compuertas para los aedas del siglo XX en Nuestra América. El gran Pablo Neruda se inició en la escuela dariana. Los poetas españoles del ’98 y el ’27, tributaron su métrica. Y si bien Darío se mantuvo a prudente distancia de la militancia política, hubo momentos en que manifestó repudio ante las prácticas de ave de rapiña de EE. UU. contra Latinoamérica, como en 1898, cuando el presidente W. McKinley tomó el control de Cuba y Puerto Rico, además de Filipinas. Ese año el bardo nicaragüense publicó en El Tiempo, de Buenos Aires, un artículo crítico en torno a lo acaecido, diciendo: “No, no puedo, no quiero estar de parte de esos búfalos de dientes de plata. Son enemigos míos, son los aborrecedores de la sangre latina, son los bárbaros. Así se estremece todo noble corazón, así protesta todo digno hombre que algo conserve de la leche de la loba”. Y de otra parte habría de publicar un poema ensalzando el modelo de progreso de la naciente potencia del norte.

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