Néstor Rivero Pérez

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El 18 de junio de 1815 tuvo lugar en el centro de Bélgica la Batalla de Waterloo, que constituyó la jornada decisiva en la contienda de las tropas galas de Napoleón Bonaparte contra la séptima coalición antifrancesa cuyas fuerzas ese día estaban al mando del británico Arthur Wellesley (Duque de Wellington) y el mariscal prusiano Gebhard von Blucher.

Catalejos – cañones y caballos

Para 1815 las guerras se adelantaban con una combinación de armas y vehículos antiguos, como espadas y lanzas, así como el caballo y el carro de carga movilizado con tracción animal. También se emplearon el cañón, nacido a finales de la Edad Media, y el fusil de chispa de pedernal y bayoneta, arma por excelencia de la infantería y de mayor movilidad que los pintados por novelistas como Alejandro Dumas.

Del mismo modo, ya evolucionada la óptica, el catalejo -creado en el siglo XVI y de uso fundamental entre marinos-, fue instrumento crucial en los planes de campaña de Napoleón Bonaparte.

En Waterloo, los comandos de ambos ejércitos le dieron uso de primer orden. Napoleón -quien había escapado de su confinamiento en Elba para desembarcar el 1° de marzo de 1815 en Golfe Juan, costa francesa, dio en pocas semanas cumplimiento a su promesa de hacer volar “el águila imperial de campanario en campanario hasta Notre Dame”- llegando a París el 20 del mismo mes. 88 días después de su entrada a la capital del Sena se le vería salir a la cabeza de su “Gran Armee” (Gran Ejército), rumbo al norte para cruzar la frontera de Bélgica en ruta a Bruselas, con el designio de detener la fuerza coaligada anglo-prusiana.

Al atravesar la frontera en el río Sambre sus fuerzas sumaban 110 mil efectivos. Entretanto, temiendo la invasión de las fuerzas de más de 300 mil soldados de la Rusia zarista, que integraban la 7ma Coalición, Bonaparte dispuso mantener otros “70 mil hombres…entre París y Lyon…25 mil debían llegar al Marne a principios de julio (…) Solo París tenía 500 piezas de campaña (…). De esta suerte protegía a París el 1° de julio un ejército de 120 mil hombres, semejante al que pasó el Sambre (hacia Waterloo) quince días antes” (Enmanuel de Las Cases, Memorial de Santa Elena, Tomo 3°, pp. 211/212).

Así, frente a los 600 mil efectivos que se estimaba integraban la 7ma Coalición, Napoleón contaba con fuertes bastiones para defender el territorio de la nación gala.

Táctica contra táctica

A las 8 de la mañana del 18 de junio de 1815 comienzan las acciones en Waterloo, entre las fuerzas bajo mando personal de Napoleón, unos sesenta mil hombres, dispuestos en “tres fuertes columnas con los flancos cubiertos por la artillería” (Ídem), frente a las fuerzas anglo-holandesas con más de 90 mil efectivos.

Y mientras Napoleón en el curso de la tarde daba el frente a Wellington y a los refuerzos prusianos que llegan terminando la tarde, eleva su índice hacia el sol que se aleja, y dice “cuánto daría yo por tener el poder de Josué y retrasar dos horas su marcha”.

Tan preciosa hubiese sido en esa hora la aparición de Ney con sus 33 mil soldados, que hubiese cambiado el resultado de la jornada. Sin embargo, Ney no llegó pese al urgente llamado de Bonaparte. Así, el segundo refuerzo prusiano a Wellington, comandado por Blucher en persona, ya penetrada la noche y tan oportuna definió el resultado.

Wellington dice en su parte sobre la acción “Iría contra mis sentimientos y cometería una injusticia acerca del mariscal Blucher y su ejército, si no atribuyera el resultado feliz de esta ruda jornada al auxilio…oportuno que me han prestado”
(Diccionario Espasa-Calpe, Tomo 69, Pág. 1670).

El día siguiente

La acertada táctica del disimulo y ardid empleada por los ingleses y prusianos, en cuanto a presentar la vanguardia prusiana ante los franceses, como si esta fuese una fuerza mucho mayor, haciéndola aparecer en un momento dado de la acción como si viniese “todo el ejército enemigo” y el desvío de sus divisiones en caminos pantanosos y de bosques al amparo de la nocturnidad, así como retiradas tácticas de un lugar, para reencontrarse más adelante, posibilitaron a Wellington y Blucher mejores condiciones a Napoleón.

Sinóptico

1974

Bremiz Samir: matemáticas amenas

Este día murió en Recife (Brasil) el escritor y docente de matemáticas Julio César de Mello y Souza, quien había nacido en Río de Janeiro. Bajo su seudónimo literario Malba Tahan publicó el libro El hombre que calculaba amena disertación del personaje Beremiz Samir aficionado al cálculo y operaciones numéricas complicadas.

Entre 1938 y 2004, solamente en Brasil, el libro contaba con 64 ediciones. Autor de ciento veinte libros en los que trató temas de cultura general, matemáticas e historia árabe. Se propuso mejorar la enseñanza de las ciencias exactas. “El profesor de matemáticas –sostenía- ama hacer todo tan complicado como sea posible”.

Tahan dedicó El hombre que calculaba a los grandes matemáticos de la historia, como Pascal, Newton, Leibnitz, Euler y el musulmán Al Karismi.

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