Alfredo Carquez Saavedra

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Que el presidente de la República Cooperativa de Guyana, Irfaan Alí, se haya sentado en la mesa de negociaciones, tras meses de pataletas, amenazas y bravuconadas, ha decepcionado a algunos que buscaban pescar en río revuelto.

Hay medios de comunicación de masas (aquí incluyo a las redes sociales) que aún muestran su desencanto al ver materializado el logro alcanzado por el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, de llevar el tema de la reclamación por una justa delimitación de las fronteras de ambos países a una mesa de diálogo en paz, tal y como debe ser.

Por supuesto que en estos últimos tiempos ha habido opciones alternativas producto de la gran sapiencia de grupos de la oposición venezolana. Por ejemplo, la cesión de nuestro territorio Esequibo fue planteada por de la embajadora imaginaria en Gran Bretaña, Vanessa Neuman, activista del equipo del avispado de Juan Guaidó, cuando este, en su delirio de creerse jefe de Estado, trataba de amarrar el apoyo (y sobre todo el financiamiento) de potencias neocoloniales como la citada.

Esa conducta pareciera ser una norma en la nueva derecha latinoamericana, pues como antecedente está la firma de un acuerdo contraproducente contra la República Argentina, firmada por Carlos Foradiri, canciller amante de los tragos de Mauricio Macri, y el ministro de Relaciones Exteriores del Reino Unido, mediante el cual se reconocía la posesión colonial de las Malvinas por parte del país europeo.

Y habrá también quienes han soñado con un conflicto armado que sirva de pretexto para que sus amos del norte intervengan con su acostumbrado estilo de destrucción y muerte para luego de arrasar con todo sea colocado un miembro “respetable” de la sociedad civil” en Miraflores, formado en una muy prestigiosa universidad estadounidense, aunque no hable muy bien que digamos el castellano ni haya sido electo por el voto popular.

Mientras tanto las petroleras y otras empresas que están o pudieran comenzar a explorar o explotar diversos recursos naturales en nuestro territorio deberán andar con pie de plomo. Porque cualquier acción fuera de derecho podría pesarle bastante en el futuro en donde más les duele a sus accionistas: en el bolsillo.

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