Alcides Castillo

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@Alcides…

En la lucha política, legal o ilegal, sin consideraciones de enemigo existencial o agonal, los derrotados no imponen un pliego de condiciones para regresar al carril de la democracia. En ninguna parte del mundo donde se han desarrollado conflictos por y para la toma del poder político, es impensable que los vencidos salgan airosos y pretendan doblegar a las fuerzas triunfadoras. No se debe otorgar legitimidad o reconocimiento a quienes actuaron al margen de la legalidad con actos terroristas, asesinatos, persecuciones y ataques a integrantes del legítimo gobierno y al pueblo.

Este es el cuadro o contexto que rodea al “diálogo” entre el gobierno del presidente Nicolás Maduro Moros y el grupo fascista liderado por Juan Guaidó, Leopoldo López, Julio Borges y Freddy Guevara, este último designado por el “autoproclamado” como el negociador o presentador de propuestas, que ayer se reunió con el emisario del Ejecutivo, diputado Francisco Torrealba.

Pero veamos algunas consideraciones. No se trata de que la banda de fascistas solo regrese los miles de millones de dólares robados al pueblo venezolano, tampoco que sean mediadores ante el imperialismo para que desmonte el bloqueo genocida que ellos mismos solicitaron, ni mucho menos que reconozcan que cometieron “errores”.  Sus acciones fueron criminales, como el asesinato y quema de personas vivas. Debe existir, independientemente de la negociación, castigo ejemplar a través de la justicia y además la confiscación de bienes muebles e inmuebles. Esto como una medida ínfima.

Desde el punto de vista político es razonable que un país y gobierno asediado, acosado, perseguido, bloqueado y estigmatizado por gobiernos fallidos y forajidos dirigidos desde La Casa Blanca, llame al diálogo para zanjar diferencias y una de esas vías sean las elecciones universales, libres y secretas. El proceso comicial con participación de todos los factores de poder es la base de una amplia democracia plural, pero no debe existir confusión entre reconocimiento e impunidad, que es lo que buscan los derrotados, que creen que tienen respaldo popular y que pueden obtener a través del voto, espacios de gobiernos regionales y locales.

Los vencidos son vencidos. No se les debe otorgar beligerancia a quienes no actuaron como políticos sino como terroristas.

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