Días de dinero, cretinismo y poder sectario

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Manuel Amarú Briceño Triay

Amarú.briceñ[email protected]

Seis y cuarenta de la mañana. Hace frío y el silencio de Mérida demuestra que poco a poco la campaña para «encuevarse» en casa ha hecho efecto. La curva de contagios se ha mantenido «estable» a pesar de la tochera de varios compatriotas empeñados en salir a fiestas, reuniones y convites.

Algunos, además, obviando el uso del nasobuco y otras medidas sanitarias de prevención.

Como noticia aciaga debo reseñar la partida del médico Esam y del periodista César Adolfo Cañas. Uno por acción de la Covid-19 y otro por un fulminante infarto.

Hombres con mucho por hacer y profesionales aquilatados. Con ambos nos unen recuerdos apreciados. Con el galeno, vivencias de los años adolescentes en la «Residencias Lagunillas», del acompañamiento al trabajo social que hacíamos allí en ese entonces. Y con el comunicador, jornadas de entrevista en los tiempos de nuestro paso por la Alcaldía de Mérida.

En otro plano cronicario, reflexionamos sobre los residuos antropológicos inmersos en las cosmovisiones de ciertas personas. Una mezcla de desconfianza absurda y escolástica económica.

No sabemos si heredada de los «iluminados» medievales o la tradición judeocristiana. Y es que en estos días se ha hecho complejo adquirir en esta emérita andina desde electrodomésticos hasta harina de maíz, ya no por la carestía sino por la naturaleza del circulante. Veamos.

Es de entender por todos que en esta «posmodernidad» de guerras híbridas y agresiones múltiples el enemigo geopolítico patrio juegue con todas las cartas para derrocar al proceso bolivariano.

Desde antes del primer gobierno del Comandante hasta el segundo de Nicolás el Departamento de Estado gringo asociado con la canalla criolla lacaya ha recorrido y aplicado la cartilla completa de zancadillas, tropelías y desafueros.

Imitaciones subrepticias, zalamería palagiega, paro petrolero, golpe de Estado «preñado de buenas intenciones» y asunción de un «emperador plenipotenciario» efímero como lo fue Pedro I «El Breve», guarimbas terroristas, soborno, chantaje, asesinato selectivo, magnicidio, «insurrecciones de madrugada» acompañadas de cambures, fugas complacientes, bloqueo económico, robo de activos del Estado, desembarcos matutinos, hostigamiento fronterizo, imposición digital de un banco central fantasma y sustitución de la moneda legal, entre otras maniobras malévolas propias de la tierra del Tío Sam y la ideología cipaya.

A todas estas triquiñuelas el pueblo venezolano ha respondido con unidad, organización, prudencia, paciencia y también picardía, como es natural.

Así, en estas tierras de occidente la realidad monetaria actual es que parte del intercambio se hace a través de unidades de cambio impuestas por la estrategia enemiga, hablamos concretamente de pesos colombianos y dólares estadounidenses. 

Es decir que tenemos un sistema de transacciones permedado por dos monedas extranjeras y nuestro bolívar. Al principio fue complejo entenderlo y aceptarlo pero con el paso de los días y empujados por la cruda realidad económica la ciudadanía lo comenzó a aceptar como parte de su cotidianidad.

De esta forma entramos de lleno a vivir en uno de los escenarios soñados por la doctrina liberal: el librecambio monetario sin restricciones. De hecho hasta se conformaron casas de cambio en los vecindarios.

De esta forma y ante la devaluación artificiosa del signo monetario nacional por la confiscación miserable de las divisas de respaldo y reservas nacionales a través del pernicioso «sistema swif» y el bloqueo de las cuentas de la República, la gente ha hecho lo indecible para poder captar en sus bolsillos los billetes exógenos provenientes en buena parte de las remesas que le envían a algunos compatriotas desde las antípodas a sus familiares.

Aunque algunos se quejan, muchos hemos migrado del sector terciario al sector secundario de la economía. Es decir, transformamos nuestra habitual actividad económica. Y no es extraño, como inquisitivamente lo quería presentar el «comediante» George Harris hace unos días, que un cardiólogo ahora «pegue pestañas».

Entre burlas y complejo rentista el «artista» cuestionaba una acción de perogrullo de los venezolanos que nos quedamos en esta Tierra de Gracia, creyendo en nuestro país y resistiendo tanta maldad.

En esta situación es de suponer que las reglas y normas de circulación de las monedas y billetes del Banco Central de Colombia y la Reserva Federal también cruzaron la frontera y se impusieron en nuestro país.

Esa suposición de puro sentido común no lo es tanto para algunos comerciantes de esta andina ciudad que piensan que sus negocios son pulperías o estancos de tabaco coloniales. Y ni hablar de incómodos secretario(a)s y dependientes que ante la ausencia del dueño de cualquier establecimiento imponen su criterio cambista: que si el billete está feo, que si la fecha es de la época de «María Castañas», olvidando que cualquier edición no caduca a menos que lo decida el ente emisor, que si el billete en cuestión tiene una raya parabólica que desafía el Teorema de Pitágoras, que si en el papel unos evangélicos le sellaron la consigna: «Cristo viene pronto y en caballo», como diría la youtuber Diana Fontanez, que la cara del general Grant es muy adusta y no ansiosa, que los olores que despide la moneda son propios de motel, y cuantas tonterías se les pasen por la cabeza en un momento de modorra o ansiedad.

Lo peor es que como en una cascada antinatura esta imaginería se contagia tanto a proveedores como a compradores.

¡Santo Niño de la Cuchilla! exclamaría la Abuela Tila. Ahora estos energúmenos intentan trastocar los principios que rigen la circulación de todas las monedas del mundo desde que se propusieron en la lejana China hace unos cuantos siglos atrás ¡Fin de Mundo!

De seguro que algún fanático nuestro confunde esta idiotez onfálica serrana de ciertos «negociantes y agentes económicos» con una estrategia sesuda de Elliott Abrams o de algún laboratorio de la CIA.

Que malicia tienen a borbotones pero no creemos que tanto cretinismo.

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