Néstor Rivero Pérez

El 14 de mayo de 1771 nació en Gales (Gran Bretaña) Robert Owen, reformador social, empresario, filántropo y padre del cooperativismo moderno y cuya figura, al lado de Henry Saint Simon, Flora Tristán, Étienne Cabet y Charles Fourier, configura la corriente de pensamiento político caracterizado como Socialismo Utópico, cuyo sello distintivo es la evolución pacífica, sin lucha de clases para la conquista de reivindicaciones y justicia en el disfrute por todos de los beneficios de la civilización.

Su programa

Desde la empresa textil que a partir de 1800 dirigió en New Lanark, Owen impulsó iniciativas que llevaron a sus obreros a laborar con mayor gusto: daba facilidades para la adquisición de vivienda, educación gratuita a los niños de aquellos y redujo la jornada de catorce horas diarias a 11 horas y media, al punto que mejoró la producción de la empresa y los beneficios de los dueños, quienes, no obstante el incremento de sus ganancias, desplazaron a Owen de la dirección de New Lanark. Tras viajar a Estados Unidos, Owen compró en 1825 un terreno en Indiana, para establecer la comunidad cooperativa “New Harmony”, dentro d ella cual todos debían trabajar, cultivar la fraternidad y participar en la distribución de lo producido. Sin embargo, tras invertir en el proyecto una parte considerable de su fortuna debió suspenderlo y regresarse a Inglaterra, donde muchos obreros le vieron como guía en el inicial movimiento obrero británico. Estimaba que era posible pasar al socialismo eludiendo el camino de las revoluciones violentas, al creer que sólo bastaba mostrar el buen ejemplo de algunas pocas comunidades a los sectores pudientes d ella sociedad “confiando en que bastaría el ejemplo de unas pocas comunidades ajustadas a su ideal “para convencer a la humanidad de sus ventajas y extender así el modelo de forma pacífica” [http://forokoop.coop/blog/es]

La ciudad de Owen

En apreciación de Carlos A Gómez Arciniegas, Owen propone la reorganización de la convivencia en torno a edificios en el ámbito rural. “donde un grupo de personas trabajaría y viviría felizmente. Sus postulados se basaban en la necesidad de encontrar una ocupación rentable para pobres y desempleados, apoyados en los cambios y adelantos característicos de la revolución industrial” [Fuente: https://www.researchgate.net]. Se trata de una respuesta ante el espectáculo de pobreza generalizada que se desprendía del nuevo modo de producción  sustentado en las máquinas y la concentración en tugurios. Owen, oriundo de Inglaterra, corazón del imperio británico, y donde residió hasta su muerte, movido por una gran sensibilidad, pudo constatar el rápido ciclo de creación de zonas urbanas con fábricas ante cuyos portones se concentraban obreros desempleados y campesinos recién llegados de la provincia en busca de un empleo, en procura  de una mejor condición de vida.

Un mejor orden social

En párrafo donde se plasma la profundidad de su convicción política y moral de reformador social, Owen sostiene, con asidero en la realidad, lo siguiente “el hombre es un producto de las circunstancias y…su carácter se forma al margen de su voluntad. No son los hombres los culpables por sus defectos y sus vicios, sino el régimen social en que viven. Los crímenes de los hombres son los crímenes de la propia sociedad; castigar a los individuos, víctimas de la ignorancia y de los errores de la sociedad, es una injusticia clamorosa. No hay más que modificar las condiciones de la vida social, mejorar el orden social, y las costumbres de los hombres cambiarán” [https://www.filosofia.org]. Hasta sus últimos años Owen condenará “instituciones como la familia, la religión, la herencia” imputándoles que limitaban la libertad de los seres humanos.

Sinóptico

1968

Mayo Francés

Este día comenzó en París el estallido social conocido como “Mayo Francés”, que aglutinó a obreros y estudiantes y cuyas resonancias hicieron temer al gobierno de Charles De Gaulle que podían estar frente a un movimiento susceptible de provocar una segunda Gran Revolución Francesa. Las nuevas generaciones de franceses, que crecieron en el curso de la postguerra, confrontaron conflictos que la Europa de la primera parte del siglo XX desconocía. En Francia por entonces se hacía ostensible el malestar heredado por su papel imperialista en Argelia, y antes en Vietnam. En ambos escenarios se mostró el rostro cruel de una potencia industrial, la nación gala, y ello angustiaba y repelía a jóvenes que soñaban con una sociedad distinta, no dominada por las grandes corporaciones financieras e industriales. Una gran fuerza sindical organizada de perfil socialista se congregó con los trabajadores y por varias semanas abrió las compuertas a un proceso de movilización que ciertamente desafió y desestabilizó la autoridad. Finalmente el General De Gaulle logró controlar la situación, mediante la concesión de reivindicaciones a obreros y estudiantes.

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