VEA/ Carlos Batatin

Con precisión aun no se conoce quién fue el creador de la frase “una imagen vale más que mil palabras”. Sin embargo, en los últimos años se ha hecho toda una realidad en Venezuela al observar a cierta dama posar sonriente y con sus clinejas de oro, mientras que el personaje a su lado no sabe lo que le espera.

Tal vez mucha gente lo asocie con el retrato o cuadro de Dorian Gray, novela escrita por el irlandés Oscar Wilde. La cosa va más allá del tema narcisista o de la eterna juventud, porque quien se atreve fotografiarse con ella cae en desgracia en el ámbito político.

Como muestra un botón. La mayor y reciente evidencia, si lo desean constatar, ha sido lo que le ocurrió a la candidata presidencial peruana de derecha Keiko Fujimori, quien luego de mostrar su mejor sonrisa en una foto al lado de ricitos dorados, cantó y sin pruebas fraude electoral tras perder en el más reciente conteo de votos en la segunda vuelta presidencial. Por una parte se cumplió la voluntad de pueblo y por otro, el embrujo o hechizo fotogénico.

Las fotografías de Lilian Tintori suelen cumplir una extraña profecía y si no están invitados a conocer la opinión de quienes en otrora osaron dejar que la cámara eternizara en el papel o en forma virtual ese momento. Pregúntele a Donald Trump, Pedro Pablo Kuzcinzki, Peña Nieto o a Mauricio Macri, para no hacer larga la lista.

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