Eugenia Russian

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La crisis actual que vive la humanidad, hace énfasis en la necesidad de corregir el rumbo de una sociedad cuya élite mundial, mediante una exacerbación de la competencia, el máximo lucro, con enorme capacidad tecnológica, lleva a la humanidad a la sobreexplotación de las personas y de la naturaleza. Ante esta realidad, el 4 de octubre, comunidades cristianas conmemoraron el día de San Francisco de Asís, quien desde la Edad Media alienta con una espiritualidad en defensa de la Hermana Madre Tierra. Coincidente con la ancestral percepción originaria en Nuestra América de la Pacha Mama, y el Buen Vivir comunitario, que no es vivir mejor que los demás.

Francisco de Asís es venerado en todo el mundo como una de las figuras de las que más orgullosos nos sentimos los seres humanos. En su biografía se hacen visibles y realizables una serie de sueños que abrigamos en lo más hondo de nuestro corazón, una relación tierna y amorosa con Dios, Padre y Madre de bondad infinita, un amor puro y natural, una mesurada reconciliación entre los impulsos del corazón y las exigencias de la razón, una actitud de acogida para con los distantes y distintos, en quienes vemos a nuestros prójimos.

Desde muchas partes del mundo, hay quienes oran así: “Señor, haz de mí un instrumento de tu paz, que donde haya odio lleve yo el amor; donde haya ofensa lleve yo el perdón; donde haya discordia lleve yo la unión; donde haya duda lleve yo la fe; donde haya error lleve yo la verdad; donde haya desesperación lleve yo la esperanza; donde haya tristeza lleve yo la alegría; donde haya tinieblas lleve yo la luz. MAESTRO, haz que yo busque más consolar que ser consolado; más comprender que ser comprendido; más amar que ser amado. PORQUE es dando como se recibe; es perdonando como se obtiene perdón; y es muriendo como se vive para la vida eterna”.

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