Eugenia Russian

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 En este marco histórico, en tiempo de cuaresma, el “24 de marzo y de agonía” las comunidades cristianas de América conmemoran la vida de San Romero de América. Oscar Arnulfo Romero fue nombrado arzobispo de El Salvador, con amplio reconocimiento por sectores conservadores de la Iglesia. Sin embargo, la amplitud de espíritu lo llevó a una profunda conversión, al ver el sufrimiento de su pueblo y el martirio de sacerdotes de profundo compromiso con los pobres, como Rutilio Grande.

La conversión de Romero lo llevó a convertirse en referencia ética para los movimientos populares de su país, oprimido por una oligarquía terrateniente. El 2/3/1980 es asesinado mientras celebraba una misa y resucitando como santo, no solo en su pueblo salvadoreño sino de toda América.

En la homilía un mes antes de su asesinato, Romero planteaba un mensaje que parece hecho para la actualidad. La historia de la salvación la va haciendo Dios en la historia de cada pueblo. Y por eso un pueblo no se puede comparar con otro pueblo y ningún imperio tiene que venir a influir en el modo de ser de nuestro pueblo. Y el Dios de nuestros pueblos pobres también está construyendo la historia de la salvación con historia, y no con historias postizas. Cristo resucitado pertenece ya a la historia presente, es fuente de libertad y de dignidad humana y celebramos la cuaresma como preparación para la pascua. Cristo ha resucitado aquí en El Salvador para nosotros, para buscar desde la fuerza del Espíritu nuestra propia idiosincrasia, nuestra propia historia, nuestra propia libertad, nuestra propia dignidad de pueblo salvadoreño”.

En momentos en que los pueblos de Nuestra América intentan mantener un camino liberador, los versos de Casaldáliga mantienen su vigencia: Estamos otra vez en pie de testimonio, San Romero de América, pastor y mártir nuestro. Romero de la paz casi imposible, en esta tierra en guerra. Romero en flor morada de la esperanza, incólume de todo el Continente. Romero de la Pascua Latinoamericana.

 

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