Néstor Rivero Pérez

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El 1° de marzo de 1912 Albert Berry, capitán de la fuerza aérea estadounidense, efectuó el primer salto con paracaídas desde un avión, desde una altitud de 800 metros, tocando el suelo sin sufrir daño físico. El salto de Berry tuvo lugar en las adyacencias de los establecimientos militares de Jefferson, al sur de Saint Luis, Estado de Missouri (EE. UU.).

Algo de historia

En las distintas épocas y en diferentes contextos civilizatorios, el ser humano observaba con interés el aleteo de las aves y le intrigaba saber el modo en que cuerpos más pesados que el aire, se sostuviesen en las alturas con sus alas. Y en pos del vuelo se inició la aventura mecánica de conquistar con el vuelo dichas alturas, en cuyo curso numerosos precursores perdieron la vida. Y con el vuelo, también se fraguaron modos de lograr un descenso satisfactorio. Y para llegar al salto exitoso de Berry, hubo un proceso de ensayos de autolanzamiento con variada suerte y que en muchas ocasiones produjo en sus audaces practicantes, resultados lesivos a sus huesos. “(…) está documentada… la ilustración de 1470 que muestra a un hombre colgando de un dosel cónico. Aunque el diseño no parece que pueda funcionar en la práctica, se cree que fue la inspiración de Leonardo Da Vinci para su representación del paracaídas en 1485” [https://elsuperhincha.com].

 

“Parar la caída”

Un siglo después del ingenio leonardiano, Fausto Verancio, humanista e inventor croata y creador de “diversos ingenios mecánicos, hidráulicos y aéreos, fabricó algunos mecanismos de relojería” [Wikipedia], se vio estimulado por los bocetos que aquel legare, para fabricar con tela y madera un modelo propio de este auxiliar del descenso aéreo individual. Versiones históricas sugieren que el mismo Verancio probó su “paracaídas”, arrojándose con dicha pieza desde la torre de una iglesia en Venecia. En todo caso, entre contusiones y fracturas óseas, la humanidad debió aguardar por más de un siglo para que se conociese un instrumento que matizase la caída en términos de adecuada seguridad física. Y en el curso de la aventura del paracaídas, en 1783 el aeronauta Jean Pierre Blanchard lanzó desde su globo en vuelo, a un perro sujeto a un primitivo paracaídas. Y sería en 1797 cuando el galo Louis-Sébastien Lenormand concibiese un diseño práctico de tela, probándolo en París, al arrojarse él mismo con su original accesorio, desde la torre del Observatorio de Montpellier. Fue Lenormand quien concibió la palabra compuesta “para-caídas”, que muy pronto se agregaría al diccionario en todos los idiomas.

El capitán Berry

Con asistencia de Tony Jannus, también piloto aéreo y uno de los pioneros en el siglo XX en manejo de los biplanos anfibios que descendían sobre el río Misissipi -y un agudo observador de la práctica de paracaidismo durante la primera década del siglo XX-, Berry se preparó físicamente aquel año 1912, para su lanzamiento pionero del 1° de marzo, acogiendo para su acto un diseño de tela muy novedoso para la época, elaborado por Jannus. Este último era el piloto de la nave desde la cual se arrojaría Berry en vuelo, cuya altura era de 800 metros y que cubría las adyacencias de los cuarteles Jefferson de Misuri, cerca de los cuales tocó tierra Berry. “El Salto de Berry está más que documentado tanto gráfica como textualmente, motivo por el cual seguramente se le da más credibilidad” [https://elsuperhincha.com].

 

Paracaídas de hoy

Del artefacto que las mentes de Da Vinci y Verancio concibieron con un marco de madera, se llegó a los diseños y materiales del siglo XX, en cuyas postrimerías ya se construían paracaídas muy livianos y de amplio tamaño que brinda confianza en al usuario y sostiene con seguridad hasta que este toca en tierra. Y en la actualidad se reconoce como sus partes más importantes, la campana principal, sujeta mediante arnés a los hombros de quien se arroja desde la nave en vuelo, el propio arnés, así como una pequeña campana de reserva, por encima de la principal, asimismo los dispositivos de apertura.

  

Sinóptico

1813

Simón Bolívar en Táchira

Este día el brigadier Simón Bolívar, al frente de 400 soldados y procedente de Cúcuta, penetra en territorio venezolano tocando la población de San Antonio del Táchira, con miras a avanzar hacia el centro. En todo caso, Bolívar debió regresarse a Cúcuta, en espera de autorización del gobierno granadino que le puso a la cabeza del Ejército. Desde el río Magdalena, Bolívar venía triunfando en forma invicta; y en Cúcuta derrotará el 28 de febrero al peninsular Ramón Correa y propone a su Estado Mayor atacar La Grita, para desbaratar a los españoles. Sin embargo, ya establecido en San Antonio, se detiene ante la oposición de los oficiales Manuel del Castillo y Francisco de Paula Santander para seguir adelante. Recibida la autorización de las autoridades de Cartagena, Bolívar dio inicio a la Campaña Admirable, hasta tomar Caracas.

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