Néstor Rivero Pérez

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El 2 de enero de 1823 una escuadra británica al mando del capitán John Onslow desembarcó en Port Egmont, pequeño puerto de las Islas Malvinas, obligando a sus autoridades rioplatenses a que arriasen la bandera y todos los distintivos que respondían al gobierno de Buenos Aires, asumiendo el control del archipiélago argentino.

Algo de historia

Integrando las posesiones coloniales de España desde los primeros tiempos de la conquista de Suramérica, las Malvinas, en atención al principio del Uti Possidetis Iuris, pasaron con la Independencia, a formar parte de la nueva República suramericana de Argentina, nombre este consagrado por el Congreso de Tucumán de 1816 con capital en Buenos Aires. Así, las autoridades bonaerenses, en acto de soberanía, enviaron una fragata que resguardase sus intereses, sin objeción de la Gran Bretaña ni ninguna otra potencia de la época.

Desde mediados del siglo XVIII las Islas Malvinas adquirieron importancia para las potencias europeas, España, Francia, Holanda e Inglaterra especialmente por su ubicación como punto de tránsito del Atlántico sur hacia el estrecho de Magallanes y el Océano Pacífico.

Primera posesión

El primer reconocimiento por un europeo a las Islas Malvinas fue dado por naves que integraban la expedición de Fernando de Magallanes quien en 1520, al servicio de España, procuraba un paso que uniese por vía acuática los océanos Atlántico y Pacífico.

La toma de posesión formal del archipiélago la efectuaría en nombre de España Francisco de Ribera, el 4 de febrero de 1540. Este permaneció en las islas hasta diciembre de ese año antes de retornar a la Península. Dos décadas después corsarios británicos iniciaron el recorrido del Atlántico sur.

Corsarios ingleses

En 1690 una expedición inglesa al mando de John Strong dio el nombre de Falklands a dos de las Islas Malvinas desconociendo la posesión española. Seguía la tradición de la casa real de Londres, de sacar el máximo provecho cartográfico de las incursiones de sus corsarios y sus resultas coloniales alrededor del mundo, aconsejando, en 1744, uno de ellos establecer “una base en Malvinas”.

Así los británicos fundan Port Egmont en 1765; si bien en 1761 devolverían dicha base a España que por entonces ostentaba poderío naval.

Inglaterra calla

Tras demostración de territorialidad en 1820 por Argentina, y el nombramiento en 1823, del primer gobernador rioplatense para las Malvinas, el gabinete inglés omitió cualquier declaración en contrario del dominio argentino, silenciando cualquier objeción en el Tratado de Comercio anglo-rioplatense de 1825, como en el texto de Reconocimiento de la Independencia de Argentina.

1833

Sin embargo, el 2 de enero de 1833, el capitán John Onslow, quien desembarcaría al día siguiente en Port Egmont, ordenó a los argentinos arriar su bandera: “Siendo mi intención izar mañana el pabellón de la Gran Bretaña en el territorio, os pido…retirar…todos los objetos pertenecientes a vuestro gobierno”.

Allí comenzó la usurpación inglesa, que solo fue interrumpida por la retoma argentina de las islas en 1982, hecho que a su vez dio origen a la breve guerra de aquel año entre Inglaterra y Argentina, y que terminó con la violenta recaptura del archipiélago por los británicos. El reclamo de Argentina por recuperar Malvinas se mantiene hoy a plenitud dentro del Derecho Internacional.

Sinóptico

1814

“Equilibrio del Universo”

Este día el Libertador Simón Bolívar, por conducto de su secretario de Estado, J Muñoz Tébar, expone su noción acerca del “Equilibrio del Universo”. Por tal concebía un orden internacional en el cual los distintos continentes constituyesen cuatro centros de gravitación con fortaleza suficiente, como para resguardar en términos de proporción sus particulares intereses. En carta de 1815 al titular de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña, Richard Wellesley, insiste en la idea “El equilibrio del Universo y el interés de la Gran Bretaña se encuentran perfectamente de acuerdo con la salvación de la América”. Y en la Carta de Jamaica reitera estos conceptos al sugerir al Istmo de Panamá como centro equidistante de las cuatro partes del mundo.

Una primera “porción del globo” según la noción bolivariana sería Europa como centro de civilización en los cánones de la época y que por entonces atraería al África como región subsidiaria. Una segunda porción, aunque Bolívar no ahonde en ella -salvo comentarios formulados en su Discurso de Angostura de 1819- se circunscribe al Asia. Una tercera la constituyen Estados Unidos de Norteamérica, en tanto realidad de poder, más que geográfica. La cuarta porción del globo, y la más importante en el mundo del porvenir era para Simón Bolívar la América del Sur, donde se levantaba un nuevo género humano y se ensayaba un modelo de República superior a los conocidos hasta entonces, de acuerdo a su concepción de democracia con libertad e igualdad.

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