Néstor Rivero Pérez

[email protected]

El 25 de abril de 1912 nació en Michelena (Táchira), el general Marcos Pérez Jiménez, último dictador militar de nuestra historia, quien desde 1948 integró la Junta de Gobierno que depuso a Rómulo Gallegos, y en 1952 asumió directamente, y en nombre de las Fuerzas Armadas, el control del país hasta 1958. Su gobierno expresó la alianza de intereses entre los sectores importadores, del alto comercio del país y la institución armada del país, con las directrices geopolíticas diseñadas por el gobierno estadounidense de Harry Truman para América Latina.

Dichas directrices se ajustaban a los requerimientos de las grandes empresas foráneas del petróleo, temerosas por aquellos días en que arreciaba la Guerra Fría contra la URSS, de que cualquier movilización popular alterase la estabilidad que mostraba Venezuela como fuente segura para el suministro exclusivo de hidrocarburos a Estados Unidos.

Vigencia del personalismo

El papel de los gobernantes militares en América Latina ha sido percibido por historiadores positivistas, como la continuidad del fenómeno del caudillismo tradicional del siglo XIX. De acuerdo a esta visión de la historia republicana, el drama del atraso y las dictaduras militares en los países de Nuestra América, respondía no a las causas estructurales de una economía agraria maniatada a los circuitos del comercio mundial del cacao, el café y el cuero de ganado y su sistema de mano de obra enfeudada, sino a las ambiciones personalistas de algunos afortunados conductores de tropa, como José Antonio Páez, Antonio Guzmán Blanco, Joaquín Crespo o Juan Vicente Gómez, entre otros. Tal enfoque obvia aspectos sustantivos del análisis, como es la articulación que se estableció a lo largo de la Venezuela agraria entre las casas importadoras del país, los terratenientes y los generales victoriosos de nuestras guerras civiles. Para el siglo XX, este modelo de ejercicio del poder requirió de una nueva legitimación. Así, Laureano Vallenilla Lanz y César Zumeta, entre otros, formularon el discurso del Gendarme Necesario, legitimador del régimen que desconoce la voluntad popular o que se niega a convocar elecciones por temor al rechazo de las mayorías. Y es dentro de último cuadro, en el que se inscribe la actuación hstórica del general Marcos Pérez Jiménez. Con el grado militar de Mayor, organiza en 1945, la Unión Militar, en la cual enrola a jóvenes oficiales de su promoción y otras cercanas. Tras hacer contacto con Rómulo Betancourt, líder de Acción Democrática, dirige el golpe de Estado contra Isaías Medina Angarita, el 18 de octubre de aquel año.

Ascenso al poder

Una vez instalada la Junta de Gobierno presidida por Betancourt, Pérez Jiménez es designado jefe del Estado Mayor del Ejército. Siendo integrante de la Junta Militar que en 1948 depondrá a Rómulo Gallegos, rechaza el ofrecimiento de Carlos Delgado Chalbaud de asumir el Ministerio de Obras Públicas o Fomento, y solicita para sí el cargo de Min-Defensa. Tras ser asesinado Delgado Chalbaud, ingresa a la Junta Germán Suárez Flamerich, y Pérez Jiménez conserva la cartera de Defensa y su control sobre la FAN resultaba indiscutible. Y, con el golpe de Estado del 2 de diciembre de 1952, se consagra como jefe indiscutible del país.

Bienestar con peinilla

La personalidad de Pérez Jiménez mezclaba dos fuertes vocaciones: Una, la ambición por el enriquecimiento por una parte, y de la otra un elevado talento  para planificar y ejecutar obras que dieran impulso a la infraestructura vial, eléctrica, de viviendas, hoteles y otros sectores de servicio fundamentales para el desarrollo del país.

FAN y Guerra Fría

En su libro Doctrina de Seguridad Nacional y Regímenes Militares en América Latina, Pedro Eduardo Rivas Nieto señala que en dichos regímenes “La práctica del poder tenía dos objetivos, ligados: Seguridad y desarrollo”. Y el descontento de la oficialidad patriótica de la época se expresó en las tramas conspirativas de Wilfrido Omaña, Hugo Trejo, José María Castro León, Martín Parada, Manuel Ponte Rodríguez y Víctor Hugo Morales, entre otros. Dicho descontento estallaría de modo sorprendente y coordinado en enero de 1958, cuando en conjunción con las fuerzas civiles comandadas por la Junta Patriótica, sería depuesto el último dictador militar de la historia republicana de Venezuela.

Sinóptico

1974

Tanques y claveles

Este día tuvo lugar en Portugal el movimiento insurreccional de la “Revolución de los claveles”, que depuso al régimen dictatorial establecido 48 años con Antonio Oliveira Salazar. Así, el 25 de abril de 1974, un soldado con medio cuerpo fuera de su tanque en marcha, hace señas a una joven que viene con un cesto, en solicitud de un cigarrillo. La joven solo “llevaba los manojos de claveles -y-, le dio uno”. El soldado resolvió colocarlo en la boca de su arma, provocando la emulación en el resto de sus camaradas, concitando respaldo de la población civil.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

error: Este contenido está protegido !!