Ildegar Gil

@IldegarGil

Asier Guridi emprende otra cuasi quijotesca operación estrechamente atada a la defensa de uno de los derechos humanos más básicos: el derecho a la identidad. Para quienes no lo conocen, este hombre nacido en el País Vasco (Euskal Herria), de poco más de 50 años de edad, permanece en la República Bolivariana de Venezuela en condición de refugiado. En este suelo libre se ancló en 2005,, como única manera de estar a salvo de la brutal represión que el Estado español aplica a quienes -como él- reclaman soberanía política para su tierra, e intentan materializar los sueños de la justicia más amplia. Sobre esto (la brutal represión), el régimen peninsular le suministró en su ocasión una horrenda dosis que, como es de suponer, alcanzó a sus familiares y obviamente a sus camaradas de lucha. ¡Vaya que estar tras los barrotes a más de mil de kilómetros de casa no es poca cosa! En Ceuta, espacio español ubicado en África (créalo: aún existe el colonialismo ibérico), fue enclaustrado a lo largo de cinco (5) años a partir de 1.992.

A comienzos de mayo de este año 2023, logró vencer la espera y el burocratismo (ese que condenaban Hugo Chávez y el Che, y que critica Nicolás Maduro), que hicieron tortuoso el camino para obtener la cédula de identidad. El día 3 de ese mes, en acto protocolar le fue entregado el documento laminado con fondo amarillo, que lo ubica como transeúnte sobre el campo que vio nacer y combatir a quienes no solo dieron sus vidas por la independencia propia sino por la de otras naciones. Ahora, su lucha es por los derechos de Iban (Sí: con b de Bolívar, pero en minúscula).

Iban tiene la dicha de haber nacido de la unión entre este revolucionario, y una mujer que aceptó acompañarlo y militar con él en sus tercos y agraciados empeños libertarios. Contradictoriamente, ese capítulo histórico enreda su vida legal fronteras adentro, porque los apellidos que muestran su Acta de Nacimiento, AN, ¡no son los apellidos de papá y mamá! Asier explica esta situación de manera muy sencilla: «Por ser perseguido político, estaba obligado a cambiar mis datos personales». ¿Quién no habría hecho lo mismo en su lugar?

En ese interín, en 2008, Ibán llegó al mundo y -no podía ser de otra manera-, sus apellidos reales quedaron ocultos por la situación descrita. Al ser «presentado», porta los apellidos irreales que cobijaban la identidad del progenitor en resguardo. Hoy, cuando el taita adquirió estatus legal, el chiquillo también debe -claro está-, encarrilarse en la misma legalidad y allí es donde muestra su rostro la segunda batalla (después de la de la cédula) de Asier.

En Aragua, estado donde reside, lo tienen del timbo al tambo. Cuando no es un organismo, es el otro el que no parece mostrar por su caso el interés real de alguien en la condición que rodean a padre e hijo. Como lo afirma públicamente, y con razonable razón, «las condiciones de mi hijo no son ordinarias como las de cualquier ciudadano. Son extraordinarias y como tal deben ser canalizadas por las autoridades correspondientes». Acaso, nos preguntamos, ¿no parece lógico este exigente hilo discursivo?

El abuelo paterno del niño falleció hace pocos días, lo cual suma otra carga al ya golpeado estado anímico del grupo familiar.

No obstante ello, Asier Guridi, no baja la guardia. Todo lo contrario: los derechos del infante están por encima de cualquier adversidad, por sólida que parezca. Hace lo que haríamos de ser él: lucha, lucha y lucha. Impulsa su accionar, además, afianzado en las leyes que otorgan al primogénito su cualidad de sujeto de derecho. Como se de diría en buen criollo, tiene todas las de ganar, cosa que al parecer es desconocido en las oficinas de trámites públicos que lo citan y lo embarcan de forma permanente.

«Con voluntad política esto se resolvería mañana mismo», ha repetido en numerosas ocasiones cuando alude a niveles que, efectivamente, tienen en sus manos la solución inmediata del caso. Sea por una u otra vía, debe prevalecer inmediatamente la decisión de solventar -a satisfacción-, el estado legal del pequeño compatriota a quien no ve desde el año 2019, víctima de la persecución a su padre por parte del Palacio de La Moncloa y de la apatía criolla de quienes están facultados y obligados a atenderlo, orientarlo y finiquitar el trámite.

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