Desde la mirada

Oscar Sotillo Meneses

@sotilloarte

Ver la calle nuevamente. Ver la cuadra, la puerta de los vecinos. Ya todo eso lo hemos visto. Los jardines, los rosales secos, el jabillo, la cayena. Ver los postes, las ventanas cerradas, las abiertas. Las cortinas, las toallas al revés que tapan el sol entrometido. Pero hay que volver a ver. Ver todos los días como si fuera la primera vez, como si estuviéramos en presencia de los primeros segundos de este universo. Big Bang, Génesis, Amalivaca, Brahma, Visnu y Shiva, no importa el nombre ni la versión cultural. Apuntamos siempre al comienzo de la vasta alma humana.

Siempre hay que volver a ver. En esa mirada nueva y a la vez profunda, está el secreto y la fórmula para seguir creando el universo. Cuando creemos que ya hemos visto, damos otra caminata desde la puerta de la casa hasta la panadería y volvemos a darnos cuenta que no habíamos visto nada. Tantas cosas habían sido siempre invisibles, tantas hierbas, esquinas oxidadas, fracturas en la acera y en el asfalto. Las letras del taller mecánico pintarrajeadas sobre una hoja de latón. La franja amarilla del brocal desconchada en medio del hollín y de las huellas de los cauchos. Las manchas de aceite quemado que gotea de los carros hacen un ritmo preciso en el estacionamiento. Ver nuevamente de tarde, de mañana, encandilado, somnoliento.

Es necesario ver todo. Una y otra vez, hasta descubrir el último círculo de la realidad que nunca será el último. La hierba seca, la muchacha viendo la calle desde la ventana y la cortina golpeando su rostro. Los carteles que anuncian los precios del tomate, de los cambures, del queso. Todo escribe una novela pastosa, fragmentaria y total que atrapa la mirada y los latidos e impone un sentido último de la existencia. La mirada es la brújula en una realidad donde los significados son volátiles, donde las coordenadas son marañas de sueños y esperanzas.

De ese mirar constante se llenan las bitácoras, se dibujan los mapas imprecisos de la “realidad”. Los artistas anotan en sus libretas con rigurosidad. Su mirada escudriña con inteligencia poética cada huella de óxido, cada hoja seca, cada rincón curtido de tiempo y hollín. El conocimiento así construido y cultivado se convierte en lenguaje universal entre sus semejantes. Este es un aspecto de la alquimia de las artes.

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