Alberto Vargas

@albertovargas30

Lo que hemos aprendido de la historia de los cambios climáticos es que resulta un desastre para la humanidad. Que con nuestra conciencia actual podemos ver, evaluar y entender los sufrimientos humanos que producen. Que siempre conllevan guerras, hambrunas, muerte y dolor a donde quiera que ocurran. Lo novedoso de este cambio climático, que literalmente ha colocado a la especie humana en jaque, lo ha causado el hombre. Un cambio climático suicida. Los expertos analizan escenarios del 2030 al 2050 pero no hace falta ir muy lejos. El cambio climático del antropoceno ya está aquí y sus efectos están a la vista. Y somos más de 7.000 millones de seres humanos.

Hoy también sabemos que el imperialismo no es más que el control que unas empresas sumamente poderosas ejercen sobre los países del llamado «tercer mundo» o en vías de desarrollo a través de manoplas y mecanismo hegemónicos bien visibilizados que van desde el Pentágono, la Agencia Central de Inteligencia (CIA), pasando por la ONU e incluyendo la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN); la Unión Europea (UE), y los organismos financieros como el Banco Mundial (BM), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Fondo Monetario Internacional (FMI), tantas otras instituciones por su mismo estilo, sin subestimar las multicolores ONG que fungen como representantes de la salvaguarda de la humanidad.

Un breve inventario de las instituciones globales revela que en su mayoría no tienen ningún valor para escapar de los peligros que acechan, y son peor que inútiles en tanto que se ocupan de transmitir una falsa sensación de seguridad, cuando sabemos que vivimos en un mundo trágicamente mal gestionado. La ONU es útil porque es el foro que ofrece a los miembros más pequeños y débiles de la «comunidad internacional» la ilusión de que tienen voz en la gestión de los asuntos mundiales.

El BM y el FMI, estos gemelos que surgieron al término de la Segunda Guerra Mundial, se han ocupado de asfixiar las economías en el hemisferio sur sin desestimar otras latitudes. Operan bajo la égida de dar la mayor libertad para que el mercado opere sin restricciones de ningún tipo.

Las naciones, gobiernos o Estados, independientes, libres y soberanos, en aras justamente de su autodeterminación como pueblos, en los que prevalece lo social por encima del armamentismo, contrarios a los monopolios y a los oligopolios, tropiezan con los intereses criminales y el terror que ha generado el imperialismo.

Es de ahí que la guerra (invasiones, guerra sucia, satanización cultural, guerra mediática y cuatro hojas más de etcétera) se ha convertido en la justificación del hambre imperial por el petróleo y los demás recursos naturales.

EEUU califica de «enemigos de la libertad» a los gobiernos o Estados que no entren en sus planes y no sirven a la creciente voracidad de sus intereses; esa libertad inventada para justificar sus planes satánicos que tiene clara expresión en la neoliberal globalización de las despiadadas recetas económicas orientadas a estrangular a los pueblos que aspiran un mundo en paz y humanizado.

El consumo mundial va en aumento y el capitalismo salvaje no va a cambiar su modelo autodestructivo. Los complejos y destructivos sistemas creados por el capitalismo salvaje en su vorágine mercantilista e inseparable del consumo desmedido, modelo del que dependemos como especie y de los que dependen todas las demás especies, no podrán soportar en el corto plazo una mínima tensión significativa. El tiempo se nos acaba y es un imperativo de la humanidad reaccionar ante esta barbarie que nos concierne a todos. Ahí está el devastador fenómeno del calentamiento global.

Ni las empresas gigantes ni las personas acaudaladas (burgueses, ricos, millonarios y multimillonarios) podrán, con independencia de los bienes que poseen, librarse de las consecuencias de la conclusión de toda forma de vida en nuestra madre Tierra, fatalidad que ellos mismos, en su afán de lucro y ansias de poder, han creado.

Sea cual fuere la retórica dominante en la senda capitalista el mercado global no actuará a favor del medio ambiente ni a favor de los trabajadores y las trabajadoras del mundo hasta que se hagan sentir contra toda forma de opresión.

El sistema capitalista basado en el mercado y el consumo irracional no proporciona la felicidad ni el consuelo ni tan siquiera cierto grado de seguridad alimentaria ni trabajo, educación, salud, etcétera, a la inmensa mayoría de seres que conforman la humanidad; tampoco lo hará en el futuro inmediato, no hay futuro, pues, murió. Son datos conocidos y debemos admitirlo. He allí la criminal cara imperial.

1 pensamiento sobre “El verdadero rostro del imperialismo es apocalíptico

  1. Yo creo que las acciones subversivas de ahora en adelante van a venir de los ambientalístas, ecologistas, y protectores de la naturaleza, son ellos quienes denuncian y actúan contra los grandes consorcios, los grandes inversionistas, bancos, industrias, y otros, que agreden el entorno natural contaminando, depredando y esclavizando a hombres, mujeres, y niños, con fines descaradamente egoístas, por eso son tan desprestigiados y desestimados por los grandes medios de comunicación que; ya sabemos a quienes pertenecen.
    Bien por los defensores del entorno natural.

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