La paz del Niño Liberador para transformar a la humanidad

Eugenia Russian

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San Francisco de Asís, con el pesebre, pretendió llegar al corazón de la gente de buena voluntad para escenificar la llegada de un Mesías, lejos de las expectativas de quienes lo anhelaban irrumpir con tropas todopoderosas. Pues, más allá de las distorsiones mercantilistas la Navidad suele ser una fiesta ruidosa, de consumismo, nos vendría bien un poco de silencio para oír la voz del Amor.

El nacimiento de Jesús está acompañado por el canto de los ángeles que anuncian «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que Dios ama» (Lc 2,14). Hoy este anuncio recorre toda la tierra y quiere llegar a todos los pueblos, especialmente los golpeados por la guerra y por conflictos violentos, que sienten fuertemente el deseo de la paz. Paz a los hombres y a las mujeres de la martirizada Palestina, donde demasiada sangre ha sido derramada y enfrentan fuertes estrecheces resistiendo a instancias opresivas imperiales que amenazan la vida en el planeta; ante esta realidad hablar de alegría pareciera resultar una cruel ironía.

La comercialización de la Navidad pretende sugerir que solo tienen derecho a alegrarse quienes tienen su vida cómoda, con amplio nivel adquisitivo para obtener costosos regalos y viven seguros y confiados en su poder. Las personas excluidas, oprimidas, débiles, parecieran no poder tener derecho ni acceso a la alegría, sino solo sufrir su luto o su miedo. Pero desde la perspectiva espiritual ecuménica de la teología de la liberación el significado de la llegada del Niño Liberador resulta especialmente valioso precisamente para los pueblos, comunidades, que sufren opresiones de todo tipo.

Desde Fundalatin pedimos que la llegada del Niño Liberador fortalezca el entusiasmo en la misión común, con corazón abierto a la justicia y a la misericordia como principios de vida. Y que todas las familias de la Patria Grande tengan una Feliz Navidad.

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