Néstor Rivero

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El 28 de febrero de 1854 falleció a la edad de 84 años, en Amotape -localidad limítrofe entre Perú y Ecuador-, don Simón Rodríguez, original pensador y maestro, cuyo pensamiento social y republicano conserva vigencia, dado las audaces propuestas que presentó a sus contemporáneos con miras a formar repúblicas asentadas en los valores de dignidad, igualdad y la responsabilidad social de los individuos.

De Veroes a Latacunga

Poseedor de una imaginación muy fértil, Rodríguez redactó en 1794, a sus 24 años, un informe sobre el estado de la educación en la Caracas colonial, en el cual requería del Cabildo de la ciudad, a quien iba dirigido el escrito, que a los efectos de la educación, se debía eliminar las diferencias entre niños negros, pardos, indios y blancos, algo que atentaba contra la costumbre colonial de mantener en la ignorancia a las clases humildes de la población. Con audacia, Robinson en su informe asigna al director de escuela rol fundamental para el mejoramiento de la enseñanza. Esta línea de pensamiento crítico, creativo y contentivo de iniciativas plausibles, la mantendrá don Simón desde que inicia su labor como maestro particular en el inmueble que poseía entre las esquinas de Veroes y Jesuitas, en Caracas (actual Casa de las Primeras Letras), hasta sus muy célebres consejos al director del Colegio de Latacunga, texto de los años finales de su vida, donde rezume lo más elevado de su ideario educativo.

Educar para la libertad

El más grande de los discípulos y amigos del itinerante maestro caraqueño, Simón Bolívar, se refirió en distintas oportunidades al significado que Rodríguez tuvo en su formación. Pocos hombres entre quienes han alcanzado la gloria y el poder reconocieron con gratitud el influjo que el mentor ejerció en su formación. El Libertador, a diferencia de César, Napoleón Bonaparte y otros héroes, se encargó de confirmar para la posteridad la valía del Maestro, cuando encontrándose en Pativilca, pronto a comenzar la campaña libertadora de Perú y Bolivia y tras enterarse del regreso de su antiguo tutor a América, le escribió: “¡Oh, mi Maestro!, ¡Oh, mi amigo!, ¡Oh, mi Robinson! Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que usted me señaló”.

Por qué la curiosidad

Su filosofía educativa contemplaba la promoción del Niño Preguntón, cuando propone: “Enseñen a los niños a ser preguntones, para que pidiendo el por qué de lo que se les manda a hacer, se acostumbren a obedecer a la razón, !no a la autoridad, como los limitados, ni a la costumbre, como los estúpidos!”. Y reitera: “Enseñar es hacer comprender, es emplear el entendimiento, no hacer trabajar la memoria”. El hábito de hacer preguntas, y el buscar y descubrir con cabeza propia, son signos de una visión de la educación que hoy guarda pleno significado. “La curiosidad -asienta el trashumante caraqueño- es una fuerza mental que se opone a la ignorancia. La curiosidad es el motor del saber, y el conocimiento un móvil para llevar a otro conocimiento”. Si el Maestro al unísono con la familia del niño, fomentan desde los primeros años del despertar guiado de la inteligencia en el infante, esta vocación preguntadora, dicha vocación ha de dar paso a un grado de curiosidad de mayor sistematicidad y superior capacidad por parte del sujeto que aprende, para arribar a la concatenación de factores y circunstancias de entorno, facilitándose así a dicho aprendiente, dar por sí mismo con respuestas y despejar enigmas.

Viajero
Sin embargo, como él mismo decía: “Hay ideas cuyo tiempo no ha llegado todavía”. Así, Simón Rodríguez se vio compelido a sostenerse recorriendo distintos países de Nuestra América para obtener apoyo a la publicación de sus libros, o buscando gobernantes que diesen apoyo a sus proyectos reformadores. Apenas Bolívar mensuró en lo hondo de su alma la grandeza de Samuel Robinson, el Maestro de América.

Sinóptico

1989

Segunda jornada del Caracazo

Este día continuó en Venezuela la protesta popular en contra de las medidas económicas neoliberales, impuestas por el Gobierno de CAP y el FMI. La virtual rebelión antifondomonetarista repudiaba el deterioro brusco de la calidad de vida provocada por el denominado “Programa de Ajustes”. En el fondo de la protesta masiva estaba la extensa y pesada gestión de décadas de empréstito público sin un programa de desarrollo endógeno ni transferencia tecnológica, así como manejos que enriquecieron con descaro a funcionarios, concediendo licencias de importación con comisiones, desfalcos como el de Inmerca por 300 millones de bolívares (en tiempos en que el bolívar mantenía buen nivel adquisitivo), 122 millones en Recadi, así como el Banco Latino hacia 1987, por 90 mil millones de bolívares, además de la fuga-desfalco por 300 mil millones de bolívares en torno al “Viernes Negro” de 1983. A esto se sumó la reducción de precios del petróleo.

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