Néstor Rivero Pérez

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El 25 de marzo de 1808 nació en Almendralejo (España), José Ignacio Javier de Espronceda y Delgado, considerado el más conspicuo exponente del ideal romántico de la poesía en habla castellana. Tras una vida involucrada en la intensidad de la acción, la querella literaria y la creación poética, Espronceda ha de fallecer a sus 34 años en Madrid, víctima de difteria. Sus restos reposan en el cementerio de San Justo, donde aún hoy visitantes colocan flores sobre la lápida.

Reos de muerte

A sus siete años, Espronceda vivía en Madrid, en días en que el régimen absolutista de Fernando VII hizo fusilar en La Coruña (Galicia) al general y conspirador liberal Juan Díaz Porlier; y dos años después en Palma de Mallorca, al también militar Luis Lacy Gautier, héroe de la guerra contra la invasión napoleónica. Entre los maestros de Espronceda destacó el célebre Alberto Lista, en cuyo establecimiento se postulaba “una nación gobernada por principios liberales necesita ante todas las cosas que los jóvenes adquieran ciencia y virtudes; sin estas dotes ni amarán el régimen constitucional, que sustituye la justicia a las pasiones” [Fuente: Robert Marrast,   José de Espronceda y su tiempo, 1989]. Lista, percibiendo el talento del imberbe, le animó a cultivar las letras. A sus quince años integraba la asociación juvenil Los Numantinos, cuyos miembros presenciaron en Madrid  el ajusticiamiento del jefe liberal Rafael del Riego.

Exilio y retorno

A los diecinueve años sale de España rumbo a Portugal y de aquí a Londres (Inglaterra) donde conoce al general José María Torrijos y Uriarte, símbolo de la resistencia antifernandista y de quien fungirá como su emisario en ciudades europeas, al tiempo que se adentra en nuevas lecturas y conoce autores de distinta procedencia, entre quienes destaca el escocés James Macpherson (Ossian), a quien sus contemporáneos nombraron como ”poeta de los cementerios”, e igualmente su connacional Francisco Martínez De la Rosa. En 1830 estando en París, Espronceda se hace parte en las Jornadas de Julio, que definieron el arribo al poder de Luis Felipe y su monarquía constitucional. Y en 1833, a poco de la muerte de Fernando, Espronceda retorna a su patria, para dedicarse con éxito al periodismo y combate político.

La nueva escuela

Con su antecedente más directo en Voltaire, y especialmente en la obra del alemán J. W. Goethe, Las penas del joven Werther, publicada en 1774, el romanticismo se adueñó de las imprentas y las tablas de Europa entre 1827, con el prefacio de Víctor Hugo al drama Cromwell y su obra Hernani de 1830, generándose de inmediato intensa controversia entre clasicistas y seguidores del romanticismo. Estos últimos defendían la expresión en verso, así como la alianza “entre lo grotesco y lo sublime”. Y esta nueva escuela derivó en dos corrientes, una que hurgaba en el sentimiento amoroso, y la otra de contenido social, que comprometía al autor con el cambio político de su época.

Romance del mar

A Espronceda se le debe el rescate literario del personaje  don Juan Tenorio. De otra parte, la abierta militancia liberal de Espronceda, rayana en una existencia de carbonario, difiere del intimismo triste de su coterráneo G. A. Bécquer: Los ideales políticos de Espronceda “le mantuvieron en lucha hasta el último momento de su vida, basada en conspiración, destierro, lucha armada, el periodismo, el Parlamento” [Ma Pilar Espín T / En: https://www.cervantesvirtual.com]. Espronceda enhebra textos como La Canción del Pirata, que le acreditan como principal creador del romanticismo español. Así el vate, al frente del timón, grita ante el viento “y va el capitán pirata, / cantando alegre en la popa, / Asia a un lado, al otro Europa, / y allá a su frente Estambul”.

 

Sinóptico

1814

Batalla de San Mateo

Este día se escenificó en San Mateo (Aragua), la última jornada de una batalla que duró cerca de dos semanas. Dicha acción constituyó, tanto por la pérdida de la vida del prócer de Villa de Leyva, Antonio Ricaurte, como por la del arsenal republicano al que el prócer hizo explotar, un costoso triunfo republicano. Por entonces los patriotas luchaban en desventaja en cuanto al reemplazo de sus bajas, por cuanto era débil el apoyo dentro de las clases populares y oprimidas. Así, al amanecer del 25, los patriotas se ven cercados por el enemigo. El biógrafo Leónidas Scarpeta escribe: “Cuando Boves advirtió que solo [Antonio] Ricaurte quedaba defendiendo el parque, esforzando la voz cuanto pudo, exclamó: “¡A tomar el edificio!”. Y multitud de los suyos invadieron el ingenio. Pero su voz quedó ahogada por el estruendo y por la confusión más espantosa que sucedió al silencio. Ricaurte había incendiado la enorme cantidad de municiones que existía en el edificio (…) Boves vio cundir el pánico en sus filas después de un hecho tan grandioso en los fastos de los sacrificios” [Diccionario Biográfico, Bogotá, 1879, 749 págs].

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