Alfredo Carquez Saavedra

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Si Donald Trump llegó a ser riesgo potencial para la humanidad y un dolor de cabeza para parte de la oligarquía estadounidense, Joseph Robitette Biden se ha convertido en exactamente lo contrario: una garantía de estabilidad para la élite de su país y en un factor extremadamente peligroso y real para quienes habitamos en el Planeta Azul.

Pareciera que Biden quiere una guerra a toda costa, un conflicto armado que lo ayude a revertir la tendencia que lo arrastra de manera ineluctable a una derrota, si es que intenta reelegirse el 5 de noviembre de 2024. Y para ello el mandatario utiliza a Ucrania como carnada, para azuzar a Rusia.

Según un sondeo de The Associated Press-NORC Center for Public Affairs Research, reseñado por el diario Los Angeles Times el pasado 22 de enero, el presidente de Estados Unidos finalizó su  primer año en la Casa Blanca con una mayoría clara de ciudadanos en contra de su gestión: 56 % en contra versus 43 % a favor. Y además, apenas 28 % de los estadounidenses quiere que el mandatario se presente a la reelección en 2024, incluido 48 % de los demócratas.

Algunos analistas norteamericanos afirman que entre los factores que pesan en este resultado, destacan la persistente pandemia de la Covid-19, el aumento de la inflación y la escasez de alimentos, la derrota militar y política en Afganistán y el incumplimiento de las principales promesas que lo ayudaron a llegar al poder, tales como la reforma migratoria y la aplicación de medidas de protección del medio ambiente.

Sin embargo, pareciera entonces que en la desmemoriada mente del Presidente estadounidense, no se ha olvidado del todo la fórmula utilizada por sus antecesores para rescatar el favor de los votantes: fabricar una conflagración mediante cualquier pretexto; eso sí, una en la que la mayoría de los muertos los pongan otros y en la que la destrucción ocurra fuera de sus fronteras.

Aquí van algunos ejemplos de cabezas del imperio que aplicaron esa estrategia: John Kennedy y su intento de invasión a Cuba; Ronald Reagan con la invasión de Granada e intervención en la guerra civil en el Líbano; Bush padre, la Guerra del Golfo y la invasión a Panamá; Bush hijo y la invasión de Irak; Bill Clinton y el envío de tropas a Haití y a los Balcanes y Barack Obama con la intervención en Libia y operaciones militares en contra de Irak y de Siria.

Ahora bien, el caso actual es de una dimensión bastante distinta. Enfrentar a Rusia ha sido la perdición de imperios. Napoleón Bonaparte y Adolfo Hitler lo experimentaron en carne propia. ¿Será que el olvidadizo de Biden no lo recuerda?

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