Racismo y sanciones: Cerrar establecimientos sugiere sicóloga Nelly Ramos

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Haber sufrido atropellos raciales en innumerables ocasiones, no amilana su ímpetu de lucha por el respeto hacia la afrodescendencia. Fotos Ildegar Gil.

VEA / Ildegar Gil

No le ha importado donde está ni quiénes la ven vaciar sobre el piso el contenido de su cartera o su bolso, cuando intenta alcanzar la salida de una tienda de venta de ropa o de medicamentos; ha disfrutado “vacilarse” a quienes -entre pasillo y pasillo- del comercio de alimentos, le “montan” el ojo y la siguen cada vez con menos disimulo: Les dice ¡en voz alta! “aquí estoy”, y después en el otro corredor, le repite “aquí estoy”, hasta que el “aquí estoy” inunda cada uno de los callejones del establecimiento; en una ocasión hundió la “chola” de su carro en plena autopista para ir tras una mujer que le dijo “mojina”, adjetivo que la ofendió por ser usado como acompañante del sustantivo “negra” más que por el “negra” mismo, y hasta llegó a encarar en plena calle a uno que otro diputado a la Asamblea Nacional por haber hecho caso omiso al repique de su equipo celular cuando intentó hacerle llegar denuncias concretas.

Es Nelly Ramos, un mujerón en todo el sentido de la palabra. Un ser de piel envuelta en telas con elegantes diseños llenos de vida propia, y una personalidad que justifica su convicción por la lucha contra el racismo y el respeto, hacia quienes nacieron con un distintivo propio en la pigmentación.

Además de sicóloga y doctora en Educación, su nombre está indefectiblemente ligado a la cultura nacional de resistencia. Fue parte de quienes no esperaron que muriera la década de los años ’70 para curtir en San Agustín del Sur, Caracas, el Grupo Folclórico y Experimental Madera, conglomerado humano que en palabras de Martín Gómez, tal cual se lee en www.salserisimoperu.com, se antojaba cual “…proyecto musical y cultural sostenible. De integración. De reivindicación del tambor y de los ritmos afrovenezolanos. Un proyecto musical con mensaje. Porque en el barrio la exageración de la rumba también incluye a gente pensante. Que cuestiona lo que ocurre en su entorno”.

Amablemente, aceptó visitar Diario VEA. Fue a propósito de la denuncia que en este portal elevó el artista James Lakay, quien narró una experiencia racial vivida el sábado 5 de agosto dentro del restaurante Criafama. El hecho está en manos del Ministerio Público y fue repudiado por el Instituto Nacional Contra la Discriminación Racial (Incodir), cuyo presidente, Jesús Escobar, considera que lo sucedido no debe descartar la posibilidad de un proceso penal como parte de las investigaciones hacia quien protagonizó el hecho en el sitio ubicado en el municipio Chacao, estado Miranda.

Solapado, y por ende más peligroso

La primera pregunta, como le advertimos, pudo resultar infantil, inocente, ingenua y hasta innecesaria:

-¿Existe racismo en Venezuela? -escuchó. La respuesta llegó sin aditivos ni acomodos:

-Obviamente que existe racismo en Venezuela. Eso es innegable.

-¿No obstante las luchas libradas? -añadimos de inmediato.

-No obstante las luchas que se han librado -contestó, para pasar a explicar que se trata de una situación con perfiles singularmente peligrosos, porque «no es un racismo explícito, tipo Estados Unidos, con la segregación racial donde los negros van para un lado y los blancos para el otro».

-No usa la palabra «solapado», pero entiendo que es así. ¿No es más peligroso eso, que el racismo abierto? -inquirimos.

-Claro que es más peligroso, porque se naturaliza. Pasa como normal. Tú me agredes y no pasa nada. Es normal….

-No genera escándalo– interrumpimos.

-No genera escándalo. Cuando lo haces explícitamente, que todo el mundo se de cuenta, sí existe. Pero encubierto, se naturaliza. Es lo que pasa en este momento. Con el mito de la democracia racial y la ideología del mestizaje, entonces yo me puedo permitir agredirte, excluirte y no pasa nada. Todo es normal. Es más peligroso porque no se ve, y por eso ocurre con más frecuencia.

¡Que los cierren!

Lo sucedido al cantante de reggae, permitió aterrizar -aún más-, la conversa desarrollada en la Dirección de este portal. De hecho, asomó que «bajar la santamaría» debería ser la sanción a quienes violen la Ley Orgánica contra la Discriminación Racial, sancionada por la Asamblea Nacional en el año 2011 y modificada 10 años después, como puede observarse en la Gaceta Oficial 6.657 Extraordinario fechada el 28 de octubre del año 2021.

-¿Está de acuerdo con que se cierre un establecimiento por incurrir en racismo?

-Mira, claro. Estaría de acuerdo -sentencia con determinación, lo que obliga a acudir al artículo 24 de la ley. Expresa el texto, en materia de multas, el pago de «…setecientas cincuenta veces (750) el tipo de cambio oficial de la moneda de mayor valor, publicado por el Banco Central de Venezuela», además de -en caso de reincidencia-, «…el cierre temporal del establecimiento comercial por un período de hasta veinticuatro horas laborables continuas y la multa será desde mil doscientas veces (1.200) hasta mil quinientas veces (1.500) el tipo de cambio oficial de la moneda de mayor valor, publicado por el Banco Central de Venezuela».

Llevo mi negro ajustado

Pausada en ocasiones, pero sin extraviar la carga energética de sus convicciones, comenta que «en circunstancias que uno menos se imagina, está presente el racismo». Casi que pensando en voz alta, sugiere un ejemplo. «Tú envías un currículo vitae y cuando ven la foto, no te contratan. Eso es racismo desde la supremacía blanca. El blanco considera que el negro es inferior».

-Le escucho hablar de negros y negras, pero poco de afrodescendientes… –observamos, hundiéndole un lance de provocación.

-Importante que hayas captado eso. Hablo de afrodescendencia, pero puedo hablar de negro porque todas las agresiones racistas las he recibido por negra y no por afrodescendiente. Estamos hablando de afro desde el año 2005, pero soy negra desde que nací. Sufro el racismo desde la primaria, la secundaria y la universidad. He sufrido por negra. Cuando entro por esa puerta, la gente ve es a una negra que entró.

-Yo veo una afrodescendiente…

-Ahora, pero no antes de 2005 -responde, en clara relación al Día de la Afrovenezolanidad, así decretado en el año 2004 «…cuando el Comandante Hugo Chávez creó la Comisión Presidencial contra la Discriminación Racial», recuerda la página web wwwmppre, fuente que precisa que «…propusieron el 10 de mayo como Día de la Afrovenezolanidad, a propósito de cumplirse 221 años de la rebelión de esclavos africanos encabezada por José Leonardo Chirino, desde el estado Falcón».

«Yo aprendí. Cultivé mi conciencia»

-No estoy renegando del término. Simplemente que llevo mi negro ajustado y lo llevo a donde tenga qué ir.

Estado, leyes y conciencia individual

Aunque no se muestra adversaria de las leyes contra la discriminación racial, con severidad sostiene que la lucha debe ir «…desde la conciencia individual» como sendero para derrotar lo que bautiza como carga de prejuicios.

-O sea que las leyes no son suficientes…

-Las leyes no son suficientes, porque desde mi nivel de conciencia, de como yo lo entienda (y) lo perciba desde mis prejuicios y desde el estereotipo que se maneja, siempre veré al  negro como malo, feo y se establece la exclusión de la persona.

-¿Qué hacer en Venezuela, entonces, para además de la ley, generar la conciencia?

-No es exclusivo de Venezuela. No es geográfico, puesto que si culturalmente venimos con la creencia de que lo negro es feo y malo, siempre la gente actuará así, independientemente de las normas.

-Algo hay que hacer –la retamos.

-Desde el poder no se va a solucionar, porque no forma parte de los intereses. Se comienza a hablar de racismo y discriminación racial a partir de que los movimientos han generado toda una lucha desde hace años. Antes de la creación de la ley contra la discriminación racial, aquí no existía nada que hablara sobre racismo y ningún interés por combatirlo.

-Aunque el Comandante Hugo Chávez… -asomamos, sin que nos permita culminar el comentario.

-Eso fue a partir de 2007. Lo que se da en el Estado es precisamente por la lucha de los movimientos sociales y no fue de una vez. Ellos tuvieron que romper muchas barreras para que finalmente en 2007 se diera una apertura que facilitó un proyecto de ley orgánica y después un derecho de palabra en 2008, y es cuando se acepta la creación de la ley. Pero, ¿qué pasa? Después de elaborada la ley, queda en el desinterés. Las mismas personas negras no conocen la existencia de la ley.

-¿Hasta donde la responsabilidad es compartida entre el Estado y quienes desde los movimientos afrodescendientes han impulsado la norma?

-Los movimientos han hecho lo que han podido, pero digo que principalmente por parte del Estado, porque tiene la fuerza para impulsar la ley.

La respuesta anterior le brindó ocasión para exhibir un aspecto que poco resalta dentro del habitual ajetreo: El de los carteles que de acuerdo al artículo 23 «…deben exhibirse de manera visible…».

Comenta que aunque tal instrumento es una acción afirmativa de la norma, «…quedan como un adorno más en los establecimientos…», cuestionando además que «…quienes deben hacer seguimiento no lo hacen. Eso tiene una normativa: Tienen una medida específica y «…los buhoneros se dedicaron a reproducirlos de diferentes tamaños. ¿Y  qué pasa? Que los establecimientos  los compran así porque no se sienten comprometidos con lo que solicita el cartel. Hasta este momento yo no tengo conocimiento de que exista algún sancionado por no colocar el cartel, pero tampoco multas ni cerrado algún establecimiento. Se cierran porque higiénicamente no están en condiciones, porque no cumplen con la Alcaldía. Las actitudes racistas se dan delante del cartel».

-¿La revolución tiene deudas con la afrodescendencia? –le arrimamos.

-No es la revolución. Es la gente. Hay una cuestión que es bien hipócrita. ¿En qué sentido? Por ejemplo, los movimientos sociales han sido muy complacientes. Se convirtieron en un partido político. Desde mi punto de vista, han debido mantenerse al margen de lo que es el poder. El poder los ha utilizado a su forma y  antojo -asienta, recordando con desagrado que estas organizaciones no tuvieron representación en la Asamblea Nacional Constituyente electa en el año 2018.

-¿Estima que en lo que va de siglo los niveles de racismo han disminuido?

-¡Han aumentado! Porque a eso se le han sumado los problemas sociales y económicos. Ser pobre es como decir «éramos muchos y parió la abuela». Excluyen porque eres negro y pobre. La situación tiende a aumentar más que a disminuir, porque no hay instancias… este caso del amigo Lakay no es nuevo. Tiene todos los años del mundo ocurriendo. Eso pasa día tras día. Hablamos de Las Mercedes y del Este, pero eso pasa también para acá -refiere en torno al centro y oeste de Caracas.

Prejuicios, estigmas y predisposición

Al final del encuentro, extendido poco menos de tres (3) horas, retomamos los atropellos recibidos y la ofensiva desplegada para enfrentarlos. El momento fue oportuno para un contrapunteo entre entrevistada y entrevistador. Por momentos, los roles sufrieron una leve metamorfosis.

-Yo he pasado por todo. En los establecimientos, en los trabajos, en la calle. Yo los amenazo con la ley, aparte de que armo un espectáculo para que todo el mundo se dé cuenta, porque quedarme callada significa aceptar. Vacío la cartera en el mostrador, que se me caigan las cosas, mando a que me registren…

-¿Han querido revisar su cartera?

-Claro…

-¿Pero lo atribuye a su color de piel?

-Pero, ¿a qué más?

-A mí también me han dicho que abra el bolso…

-Yo les he dicho: Si esto no se lo estás haciendo a todos, entonces te la vas a ver, y ese te la vas a ver es el espectáculo que le voy a montar.

-A mí también me persiguen cuando entro a tiendas o farmacias. ¿Será por pobre?

-¿Pero te mandan a abrir la cartera cuando sales? -interroga con un dejo de curiosidad.

-Sí. Y a veces peleo con ellos –le digo, remarcando mi mirada sobre sus ojos.

-Hay un estigma con relación a eso. Porque cuando se cuida la mercancía con un prejuicio, la actitud es diferente. Inmediatamente lo capto y lo siento. Inmediatamente me predispongo.

-¿Se siente agredida por reivindicar la negritud?

-Yo no lo voy a reivindicar con un término. Lo reivindico con mi cotidianidad, con mi forma de hablar, con mi forma de comer, con mi forma de vestir, con mi forma de relacionarme. No reniego del término. Quien se sienta reconocido con el término, que lo utilice.

-Con cualquiera de los dos…

-Sí. Yo me siento reconocida como negra. A mí me gusta ser negra. No me gusta ser afrodescendiente.

-Aunque lo negro se asocie a lo negativo…

-Depende, en todo caso, como se utilice. Sé que lo utilizan para ofender. Pero como estoy curada respecto a eso, depende como lo reciba o como lo perciba. Me puede llegar como ofensa o como cariño. Eso no depende de mí. Depende del otro.

-Del emisor.

-Empecé a tener conciencia cuando estudié en el liceo. Comencé a sufrir. En Carnaval era parte del cortejo varios años por ser negra. Años después hice la lectura y me di cuenta que éramos las negras sirviéndole a la blanca.

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