Néstor Rivero Pérez

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El 11 de mayo de 1868, en el marco de la Revolución Azul, el general Miguel Antonio Rojas, jefe del Ejército Reconquistador, y el abogado Wenceslao Urruttia, en nombre del Gobierno Federal, suscribieron el Tratado de Antímano, mediante el cual se pretendía hacer cesar el estado de guerra civil que por entonces asolaba numerosas regiones del país.

Desgaste de Falcón

Con la muerte de Ezequiel Zamora en San Carlos, en enero de 1860, el general Juan Crisóstomo Falcón se convierte en líder indisputado de la Federación, asumiendo en 1863 los destinos de la República como Presidente encargado, y tras la aprobación de la Constitución Federal del año siguiente, verse elegido en el proceso comicial de entonces. De su gestión destaca el Decreto de Garantías, mediante el cual se dispuso la abolición de la pena de muerte por cualquier delito, así como la eliminación de la cárcel por motivos de deudas, e igualmente el sufragio universal para la Primera Magistratura y Parlamento y otras reivindicaciones del ideario liberal, e igualmente la construcción de caminos y otras obras públicas. Sin embargo, a poco comienza a formarse en torno a su figura una imagen dual, a la par de su proverbial  magnanimidad, la percepción de gobernante abúlico, quien por cualquier motivo se separaba de sus altas funciones, para trasladarse a sus posesiones en la provincia de Coro, encargando de la Presidencia a tenientes suyos como Antonio Guzmán Blanco, León Colina, Miguel Gil y Manuel Ezequiel Bruzual.

Núcleos conspirativos

De este modo su abulia como administrador fue creando un ambiente de animadversión, que haría crisis a mediados de 1867, cuando de distintos Estados regionales se inician acciones de debilitamiento del poder central, al punto de constituirse en Caracas, Valencia y otras ciudades, comités revolucionarios que agrupaban a personalidades, tanto liberales como del Partido Conservador, quienes juzgaban los magros resultados en la administración del Mariscal-Presidente y los modos de evitar el riesgo de anarquización del país. El núcleo principal de este nuevo “fusionismo”, operaba en Caracas y lo integraban entre otros “el general Luciano Mendoza -y los civiles- Pedro Ezequiel Rojas, Guillermo Tell Villegas, Elías Rodríguez, Martín J. Sanabria” (Francisco González Guinand, Historia Contemporánea de Venezuela, Tomo IX, pág 44). El núcleo de Valencia giraba en torno al prestigio y tolerancia del general Gonzalo Cárdenas.

Revolución Azul

En septiembre se levanta en armas, en el Tuy, Luciano Mendoza, dirigiendo lo que se conoce como la “Revolución Genuina”, produciéndose acciones al mismo tiempo en Barcelona. Así, el 12 de diciembre de ese año 1867, en Villa de Cura se pronuncia el general Miguel Antonio Rojas, quien da a sus fuerzas el nombre de “Ejército Reconquistador”, aludiendo a la retoma de las banderas de progreso del país contenidas en la Constitución de 1864, al tiempo que escogió como su estandarte una bandera azul. Dicho color daría nombre a la nueva revolución, reconociéndose a Rojas -quien operaba entre Aragua y Carabobo- como jefe del levantamiento. Sin embargo, la escasez de pertrechos hace que la mayoría de estas acciones armadas terminen en derrotas o retiradas. También otros grupos combatían en Guárico y Cojedes, dándose al mismo tiempo una grave desobediencia en Zulia. En Oriente, el viejo prócer José Tadeo Monagas, aguardaba su momento para pronunciarse a favor de la revolución y ponerse a su cabeza.

Tratado de Antímano

Habiendo incrementado los apoyos y su tropa, el general Rojas avanza hacia Caracas, posesionándose de Antímano, y logrando en encuentro del 4 de mayo, que las fuerzas del gobierno replegasen hacia el sector Palo Grande (Parroquia San Juan); y ello indujo al encargado de la Presidencia, Manuel Ezequiel Bruzual, a designar como su plenipotenciario al ministro Wenceslao Urrutia. Ambas partes acuerdan que Rojas asuma la jefatura del Ejército Federal y que inicie gestiones para pacificar el país. Tal fue el núcleo del Tratado de Antímano, acordado el 11 de mayo de 1868.

Sinóptico

1823

Perú pide a Bolívar que le dirija Guerra de Independencia

Este día el Congreso Constituyente de Perú formalizó solicitud al Parlamento de la Gran Colombia, para que se autorizase al Libertador Simón Bolívar, a marchar al suelo inca, a ponerse al frente de las fuerzas que luchaban por la Independencia. Gestiones de Perú, instando al Libertador a dirigir en persona la guerra, se hicieron insistentes a partir de 1822. Años después grupos de la oligarquía e intelectuales peruanos insurjirían contra el héroe caraqueño, imputándole todos los males y acaso reconociéndole mérito con la espada: “Sin Bolívar, Perú no se hubiera independizado el año 1824. Pero sin él, Perú hubiera sido más grande y fuerte”, [Hebert Morote, Bolívar, Libertador y Enemigo Nº 1 de Perú / Fuente: http://www.herbertmorote.com].

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