VEA / Yuleidys Hernández Toledo

Ante los hechos de corrupción descubiertos y denunciados por poderes públicos nacionales, y que han afectado emocionalmente, incluso mellado la moral de unos y unas en las filas de la Revolución Bolivariana y del Poder Popular, debe venir una severa reflexión en donde el tema central sea precisamente la crítica y la autocrítica.

Sí, la crítica y la autocrítica, ese concepto que tanto repiten dirigentes políticos pero que muchas veces, cuando se hace, se suele acusar a quienes lo practican, enemigo o desestabilizador del proceso bolivariano.

Es verdad que muchas veces a algunos y algunas que les gusta pescar en río revuelto se aprovechan de la crítica para calumniar, atacar y dar golpes al Gobierno nacional y quienes forman parte de él, pero también en otras ocasiones ha quedado demostrado que se ha tenido razón. Ejemplo, podemos mencionar a Rafael Ramírez, a quien antes de que fuese señalados por la justicia venezolana y funcionarios del Gobierno nacional de estar involucrados en hechos de corrupción, diversos sectores ya lo asomaban y lo gritaban. Cuánto mal se habría evitado el país, y cuántos recursos hubiese dejado de perder la nación si se hubiera escuchado a tiempo la crítica, si se hubiese practicado la autocrítica y se se hubiese escuchado al poder popular.

También hay que tener cuidado con rumores y chismes que, muchas veces, suelen ser fabricados por quienes quieren ponerle las garras al poder y saben difundirlos por medios, redes digitales y crear matrices de opinión; pero también es cierto que el Estado y el Gobierno nacional tienen los mecanismos necesarios y las herramientas para investigar cuando se deba investigar, y más cuando la denuncia se origina en el pueblo.

Se repite constantemente que el pueblo es sabio, que es el pueblo el que mantiene de pie a la Revolución Bolivariana. Pues, escuchemos al pueblo. Esa debe ser una constante. Y el pueblo siempre sabe.

En las calles de Caracas, en zonas con Sabana Grande, Chacaíto, el centro, y en el este del este, es muy común escuchar frases como: «En Las Mercedes la lavadora está prendida», en referencia a que se presume que se está lavando dinero. La frase no se estrenó este 2023 tiene unos años sonando, incluso en los peores años de la Guerra Económica y en plenas guarimbas de 2017. La repiten en la clase media y también el pueblo de a pie. Es común escuchar en reuniones: «Mija ¿y no has ido a Las Mercedes? esa es otra Venezuela, negocios por aquí, por allá, esos son los nuevos ricos».

La repiten porque ven y circulan en las redes videos con esas «camionetotas» de lujo, megacomercios que se inauguran, enormes construcciones que se levantan de la nada, restaurantes full de comensales con camionetas de lujo estacionadas afuera. Se ve una opulencia y una enorme riqueza en un país donde la mayoría de los venezolanos y las venezolanas debe hacer enormes esfuerzos para que el salario llegue al fin de semana, y ni hablar de fin de mes.

Una opulencia que también se ve en otras zonas del este de Caracas, donde desde hace un tiempo han abierto sus puertas, por ejemplo, varios concesionarios. Y fíjense: los allanamientos, detenidos e incautaciones que se hicieron recientemente en el marco de la trama de corrupción que está siendo investigada en la industria petrolera y el Legislativo, se dieron en este sector de la Gran Caracas.

En las unidades de transporte público, en las colas para retirar la bolsa CLAP, e incluso en los supermercados, uno escucha: «En estos días pasé por el centro y me quedé loca de la cola de carros en el restaurante tal. Se dice que ahí se reúnen varios chivos». «Eso no es nada, anda para el este para que veas esas camionetotas», en referencia a gente de poder político o económico que, muy al estilo de la IV, le gusta reunirse en restaurantes y visitar lugares «chic».

En redes digitales también circulan videos de la vida de lujo en algunas zonas del interior del país, por ejemplo, Lechería, estado Anzoátegui. Si bien es cierto que lujosas urbanizaciones en ese sector no nacieron en épocas del chavismo sino que algunas comenzaron por allá en los 70 en el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez (1974-1979) -un reconocido corrupto, al igual que otras y otros políticos de la IV República- cuando se instalaron en la zona extranjeros de las compañías petroleras y gente del país con recursos, como recordaba en 2019 la BBC; también en los últimos años circula en «redes» que personas cercanas y «enchufados», como mal llaman a algunos revolucionarios o cercanos al Gobierno, habrían comprado casas en ese exclusivo sector. ¿Ya hay investigaciones? ¿Ya demostraron que solo son habladurías de la derecha y de algunos oportunistas?

En 2017 cuando el Ministerio Público inició investigaciones sobre la trama de corrupción en la Faja Petrolífera del Orinoco a uno de los implicados en estos hechos le allanaron establecimientos y residencia ubicados en sectores de Lechería. Los detenidos y los bienes incautados por aquellos hechos pueden ser leídos en la página web del Ministerio Público.

Contraloría social y de Gobierno

Estos recientes y escandalosos hechos de corrupción en los que están involucrados altos funcionarios del Gobierno, servidores públicos, políticos y «empresarios» deben obligar a hacer más contraloría social, aunque volvemos a lo mismo: el pueblo no puede solo. Para ello se necesita que las y los funcionarios honestos, que son más que los corruptos, escuchen y atiendan las denuncias.

Uno como pueblo entiende que un funcionario a veces tiene una camioneta de alta gama por situaciones inherentes a su cargo, o que quizás deba contar con escolta porque ha quedado demostrado que la derecha ha buscado asesinarlo en el marco de sus planes guerreristas contra la nación.

El pueblo se comienza a molestar y a perder la confianza en el dirigente cuando ve que ese funcionario o servidor público, que llegó sin bienes y fortuna, que era humilde, de la noche a la mañana construye una megacasa. Cuando ve a los hijos, las hijas, esposa y demás familiares del funcionario con camionetas de lujo y dándose la gran vida. Cuando comienzan a viajar para acá y para allá. Ah, porque una práctica común, que parecen tener los que andan en «algo raro», es que lo primero que hacen es cambiar su manera de vestir por ropa de «marcas» gringas y europeas, lo que al final también demuestran que están colonizados de mente.

El pueblo se molesta cuando el familiar del funcionario tal, el amigo del funcionario, fulano de tal, con quien se echa los palos, o con quien trabaja, llega a un sitio y comienza a chapear para tener beneficios individuales, para amedrentar a gente humilde a que haga lo que él quiere. Cuando el «empresario» amigo del funcionario, fulano tal, comienza a chapear para obtener algún tipo de beneficio político o económico e incluso para amedrentar y despedir a trabajadores y trabajadoras humildes.

El pueblo se molesta cuando el funcionario o funcionario, una de las primeras cosas que hace al asumir un cargo, es remodelar la oficina donde va a trabajar, y hasta llegar a destinar uno de los ascensores con los que cuenta la institución o el lugar, de uso privado para él y su gente cercana.

El pueblo se molesta cuando el funcionario o la funcionaria tal, que era humilde antes de asumir el cargo, apenas recibe la responsabilidad deja de saludar no solo a vecinos y vecinas, sino incluso a compañeros de militancia, ocurriendo que hasta para hablar con él o ella se debe fijar una cita. Se les sube el ego y humillan a otros y otras, olvidando sus orígenes y que se deben y están en esos cargos para trabajar por el pueblo.

La gente se molesta cuando al funcionario corrupto, al «empresario» corrupto que tenía como operador, y los otros delincuentes que estaban en la componenda, no se les muestre sus rostros, pero los cuerpos de Seguridad y fiscalía someten al escarnio público a un ladrón oriundo de las filas de los humildes. El pueblo quiere conocer los rostros de quienes defalcaron al Estado y se daban la buena vida con el dinero de los venezolanos y las venezolanas.

El pueblo también se pregunta por qué los amigos, «camaradas» y compañeros de estos funcionarios, que cayeron ahora por estar involucrados en hechos de corrupción, no se dieron cuenta en qué andaban. ¿Será que no se visitan? ¿será que a las reuniones de la militancia iban sin exhibir algún lujo? ¿será que no escuchan las denuncias?

Tanto el fiscal general de la República, Tarek William Saab, como políticos del Alto Mando de la Revolución han dicho que las investigaciones por estos casos de corrupción siguen y que seguro habrá más detenidos. Ojalá caigan todos los que tienen que caer, y también otros que quizás no tengan que ver con estos casos, pero que parecen darse una gran vida, donde más de uno se pregunta: «¿Cómo hacen para tener esto o aquello? o ¿por qué el familiar de fulano y mengano de la noche a la mañana anda con estos carros, y viaja a Miami y Europa? ¿por qué el asistente o el jefe del área de tal ahora tiene esto y antes no? El pueblo ve y escucha, y sabe cosas: escuchen ustedes políticos también al pueblo.

Escuela de valores

El imperio supo hacer muy bien el trabajo. Con el bloqueo, la guerra económica y la asfixia que mantiene contra la economía venezolana, logró no solo afectar la calidad de vida de la población sino que también carcomió la conciencia y los valores de algunas y algunas que decidieron irse por el camino de obtener las cosas vía corrupción, tipo «viveza» cuartorrepublicana según la cual es «pónganme donde ‘haiga'»; de las comparaciones terribles «si fulano robó en Pdvsa y a los años fue que cayó y además huyó ¿qué tiene de malo que lo haga? Pues, corrupto es corrupto, así robe una computadora o miles de millones de dólares.

Esta pérdida de valores también generó que algunos y algunas electos para proteger al pueblo hayan decidido aliarse con lo peor de lo peor, con delincuentes, asesinos, extorsionadores, y pare usted de contar. Es el caso del hoy exalcalde de Las Tejerías, Pedro Hernández, de acuerdo con las investigaciones dadas a conocer por el fiscal general. Son los casos de las exdiputadas y los exdiputados, y una exalcaldesa, involucrados en tráfico de droga, o del exalcalde del municipio Independencia, estado Anzoátegui, Carlos Rafael Vidal Bolívar, capturado en enero de 2022 por presuntamente estar involucrado en el tráfico de combustible, y que también según señalaron funcionarios del Gobierno, en ese momento, entregaba a grupos terroristas que se prestan al narcotráfico.

Estos hechos deben obligar al Estado venezolano, al Partido Socialista Unido de Venezuela, PSUV, a crear mecanismos que ayuden a formar conciencia, donde se enseñe a los futuros políticos sobre honestidad, valores, principios, conocimientos que -vale acotar- deben venir desde casa, pero que en materia política deben dictarlos personas que tengan una trayectoria moral intachable, que no tengan rabo de paja; como se dice por ahí, que no estén «rayados», pero sobre todo que pregonen con el ejemplo. No por uno que hable de independencia y revolución o presente libros para luego a los meses caer por estar presuntamente involucrado en una trama de corrupción.

Por cierto, me dicen que en Bosque Valle, urbanización localizada en Tazón, desde que capturaron a Hugbel Roa, donde supuestamente este funcionario tenía una granja de minado, no se ha «ido» más la electricidad, como solía ocurrir con este servicio.

La derecha tampoco se salva

Los sectores de la derecha que andan por ahí «brincando en una pata» por los que cayeron en la más reciente trama de corrupción, y los que aparecen salpicados por estos hechos, no deben olvidar -y mucho menos el pueblo- que hay un sector de la oposición extrema que también está involucrado en diversos casos de corrupción, y que un gran número de ellos se dan vida de millonarios y viajan por el mundo con todo el dinero que le han robado a los venezolanos, venezolanas e incluso a sus protectores imperiales.

Tampoco deben borrar de su memoria que también se han demostrado los vínculos de la extrema derecha con narcoparamilitares y delincuentes. No olvidemos que el Ministerio Público tiene abiertas más de 20 investigaciones contra políticos opositores por el robo que cometieron en Monómeros, Citgo y los diversos recursos que robaron de empresas venezolanas en el exterior, así como por sus acciones conspirativas y criminales.

El pueblo no debe olvidar que los medios de la derecha que hoy hacen fiesta con la caída abrupta de funcionarios públicos y «empresarios» involucrados en hechos de corrupción nunca sacaron a relucir en primera página ni dedicaron centimetraje a los intentos de magnicidio, planes de invasiones y hechos de corrupción ejecutados por Juan Guaidó, su banda, y otros sectores de la derecha.

Tampoco debemos olvidar que la corrupción no es nueva, y que Venezuela viene sufriendo este flagelo desde hace al menos dos siglos; que en la IV República fueron pocos o ninguno los políticos que pagaron por sus crímenes, y que algunos y algunas, así como su entorno, hoy en día siguen disfrutando de los recursos que robaron al Estado.

Ante la corrupción, un flagelo que parece no acabar, no queda más que educar a los niños y las niñas, a los jóvenes. Blindarlos moralmente para que este terrible vicio no se inocule en su organismo. Es la nueva generación a quienes pertenece el futuro de la Patria y por ello deben construir una mejor sociedad. Para ello es necesario tener padres, madres, tías, tíos, abuelos, abuelas, amigos, amigas, políticos, funcionarios públicos, que den ejemplo de honradez y transparencia.

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